Despierta, Europa

La represión de las protestas contra el genocidio en Gaza debería hacer pensar a una Unión Europea que pronto irá a las urnas

La ira es lo que cuenta. La amargura es como un cáncer, “se come a su huésped”, decía Maya Angelou. Por eso hay que dejarla a un lado y estar cabreado y usar esa ira: “Escribirla. Pintarla. Bailarla. Hacerla marchar. Votar con ella. Hacer todo con ella. Comunicarla. Nunca dejar de hablar de ella”. Y yo no la puedo acallar. Me hierve la sangre, me queman las manos, las tripas se me revuelven y la lengua parece ensancharse y sofocarme. Es la ira. La Ira. T. me escribe y me dice: “Si no sobrevivo, haz lo que puedas por ellos”. Su esposa y su hijo. Él en Rafah, ellos refugiados en Egipto. Y la ira se me mueve desde las uñas, que se clavan en la palma de la mano, a los dedos y de ahí, venas arriba, por los brazos hasta los hombros, que se contraen y se estrechan alrededor del cuello forzándome a decir en alto: “Si no sobrevivo…”. Aparto el teléfono y pienso la ira, hablo la ira, escribo la ira… “Si no sobrevivo…”. Si no sobrevive. Es uno entre un millón y medio. Está enfermo de hambre y de hepatitis y yo siento náuseas y hago un esfuerzo por tragar la ira que del esófago se desplaza hacia el estómago. “Si no sobrevivo…”. ¿Alguna vez habéis planeado la vida sin vosotros?

En Berlín, hace unos días, paseaba por uno de mis rincones favoritos, entre el jardín de Neushauss y Bebelplatz, donde se recuerda la Kristallnacht. La noche de los cristales rotos. Siempre me  sobrecoge ese lugar donde estanterías vacías recuerdan bajo el suelo los libros quemados, los asesinados por el odio de los nazis en 1938. Europa se construyó sobre las cenizas de aquello que no queríamos que volviera a ocurrir. Y aquí estamos masticando ira 40.000 muertos después. Con un asalto en ciernes sobre Rafah, el último refugio para más de un millón de palestinos que no tienen a dónde ir y, en su huida, deambulan por una escombrera. Un asalto que ha provocado el tibio rechazo estadounidense pero que la masa estudiantil denuncia en campus universitarios de todo el mundo en acampadas desde las que exigen a nuestros políticos hechos y no palabras: el fin de las relaciones con Israel, el embargo de armas. 

En Berlin, en la Freie Universität, observo cómo la policía desaloja con violencia a los estudiantes que manifiestan su ira contra el genocidio, y en mi cabeza, a cámara lenta, les veo gruñir como a animales rabiosos de uniforme mientras los dispersan por la fuerza. Y ellas, sobre todo ellas, les escupen su ira a la cara: “Free, free, Palestine. Stop the genocide!” Pero en Alemania —país del que en 2023 procedieron alrededor del 30% de las compras de armamento de Israel— no se puede hablar de genocidio en Gaza. Quedó claro cuando en abril la policía impidió la celebración de un congreso palestino organizado por judíos. Uno de los oradores, Ghassan Abu Sitta, cirujano que pasó 43 días atendiendo heridos en Gaza el año pasado, fue interrogado durante horas en el aeropuerto antes de que se le mandara de vuelta a Londres. Desde entonces, Francia —donde debía hablar ante el Senado— y Holanda le han negado la entrada alegando una prohibición de acceso al espacio Schengen impuesta por Alemania. Y en España algunos políticos acusan a los que protestan de hacerlo a favor de Hamás… Pero los que se echan a la calle son estudiantes. Los que ondean su ira frente a la injusticia son los jóvenes. Esos y esas a quienes dicen que no les interesa la política, que pasan de todo, aunque yo ya empiece a sentirme en deuda con ellos. Ignorar la represión de sus protestas contra el genocidio en Palestina tendrá consecuencias directas en nuestras sociedades democráticas y nuestras libertades. El debate va más allá de lo político y entra en lo ontológico en tanto en cuanto enajenamos nuestra responsabilidad social en pos de la breve paz que propicia el cerrar los ojos mientras nos van quitando derechos que costará recuperar. Ocurre en una Europa que va a las urnas en menos de un mes y yo pienso de nuevo en T., atrapado, enfermo, hambriento, asediado en Rafah: “Si no sobrevivo…” 

Quizá sea el momento de votar la ira.

Nuria Tesón

Nuria Tesón es periodista independiente y escritora. Vive desde 2009 en Oriente Medio, con base en Egipto, desde donde ha cubierto los conflictos y eventos de esta región y África: la guerra en Sudán, Libia, Irak… los ataques israelíes a la Franja de Gaza, las Primaveras Árabes, la crisis migratoria en las fronteras de Europa o Libia. Es coautora de «Sin habitación propia. Mujeres sin hogar de norte a sur» (libros.com 2022) y de «El Alma del Mundo» (Lunwerg, 2012), que publico con su colectivo Masteson. Sus informaciones han aparecido en medios españoles e internacionales como Al Jazeera, Foreign Policy, Deutsche Welle, France 24, RFI, Cadena SER, La Sexta, El País, Esglobal o CNN.

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