“Los queremos vivos. Josué y Nataniel Román”. “Alicia de los Ríos Merino”. “Wendy Sánchez, desaparecida”. “+43. Hasta que vuelvan a casa”. Los nombres y las consignas escritas a mano, con rabia, se empezaron a multiplicar la noche del domingo en redes sociales. No aparecían sobre un muro, una calle o un cartel, sino sobre los nombres de los candidatos a presidente, al Congreso, o las alcaldías de México: en una jornada electoral histórica que ha llevado a una mujer de izquierdas a la presidencia, un sector de la sociedad mexicana decidió recordar a grito de urna, garabateando sobre la boleta electoral para anular su voto, que en su país, desde hace años, la gente sale de su casa y no vuelve más.
México es un país de desaparecidos. Yo lo supe hace 30 años, cuando en la universidad nos llegaba información sobre decenas de mujeres de Ciudad Juárez, chicas trabajadoras o estudiantes de mi edad, que salían por la mañana y no volvían más a casa. ¿Cómo alguien puede desaparecer así, sin que nadie sepa nada? Tuvieron que pasar algunos años y el inicio de la mal llamada “guerra contra el narco”, lanzada por el presidente Felipe Calderón en 2008, para que muchos empezáramos a entender cómo funciona esto.
Un país de desaparecidos requiere de al menos cuatro elementos: un Estado corrupto o, en el mejor de los casos, indolente; un crimen organizado coludido con las fuerzas de seguridad en todos los niveles de gobierno; medios de comunicación pervertidos o periodistas silenciados, y una sociedad indiferente ante el dolor —hasta que le llega su turno—. México, mi país, es un país que por casi dos décadas ha funcionado así: 100.000 desaparecidos, la cifra oficial, son la evidencia.
¿Cómo puede ser que en una democracia, un país con estabilidad económica y social, vecino de Estados Unidos —con todo lo que ello implica a nivel geopolítico—, con un sólido comercio internacional, haya 100.000 familias buscando a una hija, un padre, un hermano? Hace unos días la encuestadora Gallup publicó algunas cifras: el 73% de los mexicanos encuestados se sienten optimistas sobre la posibilidad de mejorar su calidad de vida y un 57% sobre la economía local; sin embargo, el 54% afirman no sentirse seguros caminando solos por la noche en su ciudad —lo cual no es de extrañar en un país donde desaparecen 25 personas y ocurren un promedio de 10 feminicidios al día.
Tras las elecciones presidenciales del domingo 2 de junio, el mundo ha despertado con la noticia de que México tendrá una presidenta por primera vez en su historia, y que esta será de izquierdas: seis de cada diez votantes eligieron a Claudia Sheinbaum, formada políticamente en las filas del movimiento estudiantil mexicano de los años 90, y hasta hace unos meses jefa de gobierno de la Ciudad de México. Esta es una buena noticia por dos razones: el hito de la primera mujer en el gobierno del país, y la —a veces poco valorada— estabilidad democrática que hace que unas horas después de votar, México despierte sin mayores sobresaltos, con un resultado electoral claro.
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