Las lluvias torrenciales que han caído esta semana en amplias zonas del desierto del Sáhara han azotado los campamentos de población refugiada saharaui en el suroeste de Argelia, especialmente el de Dajla, a unos 170 kilómetros de la ciudad argelina de Tindouf, donde más de 500 familias se han visto obligadas a desplazarse. Son las mayores precipitaciones que sufre la zona desde 2015, y han llevado a la Media Luna Roja Saharaui a declararla como zona de desastre. Las lluvias causaron grandes riadas y provocaron el derrumbe de casas, principalmente de adobe, además de daños a edificios educativos y sanitarios. Los campamentos de refugiados saharauis son consecuencia de un conflicto que lleva décadas sin resolverse: su población permanece en el limbo a la espera de que se alcance una solución política que permita el referéndum de autodeterminación del pueblo saharaui, un derecho que ya fue reconocido por la ONU.
Mientras tanto, esta semana permanecían retenidas en el aeropuerto madrileño de Barajas una treintena de personas saharauis solicitantes de asilo que llegaron a finales de agosto. Las familias y activistas retenidos han declarado que huyen de la represión que viven de los territorios ocupados por Marruecos, pese a lo cual el Ministerio del Interior ha rechazado las peticiones de asilo y ha empezado a enviar órdenes de deportación. La Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) ha emitido un informe en el que pide que se les garantice la entrada por motivos humanitarios; también la asociación judicial Jueces y Juezas por la Democracia reclamó el jueves protección internacional para estas personas.
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