Benjamin Netanyahu sigue saltándose todas las líneas rojas en su ofensiva contra Gaza y, ahora también, Líbano. Este jueves, las fuerzas israelíes bombardearon dos edificios residenciales en el área central de Beirut y dejaron al menos 22 muertos y 117 heridos, en el ataque más mortífero del último año en la capital. El objetivo, según Tel Aviv, era un alto mando de la milicia chií Hezbolá, que sobrevivió. Ese mismo día, las fuerzas israelíes atacaron también varias posiciones de la misión de paz de la ONU en el sur de Líbano. Una de ellas fue la base principal de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FPNUL), con el resultado de dos heridos al caer una torre de observación que recibió el disparo de un tanque israelí. El ataque suscitó una amplia condena internacional: “Se ha cruzado peligrosamente otra línea en el Líbano”, dijo el jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, que calificó lo ocurrido de “inadmisible”. Pese a ello, este viernes otros dos cascos azules de Sri Lanka resultaron heridos en la zona donde Israel tiene desplegadas sus tropas.
Israel, mientras, no da un paso atrás y ha enviado más tropas a Líbano. Las dinámicas que aplica en este país recuerdan a las utilizadas en la Franja. De hecho, Netanyahu ha amenazado con una destrucción “similar a la de Gaza” si Hezbolá no es expulsada del territorio. Esta semana también han proseguido los ataques israelíes en el enclave gazatí: al menos 28 personas perdieron la vida y docenas resultaron heridas en el bombardeo de una escuela que daba refugio a personas desplazadas en Deir el-Balah, en el centro de la Franja. Los muertos en Gaza por la ofensiva de Israel superan los 42.000, mientras que en Líbano son ya más de 2.100.
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