En las entrañas de la resistencia palestina en Cisjordania

Los grupos armados palestinos ocupan el vacío que deja la Autoridad Palestina

En las entrañas de la resistencia palestina en Cisjordania
Una vecina de Tulkarem cuya vivienda ha sido afectada por la demolición de los edificios colindantes. Alex Zapico

—Destruyeron la entrada de mi casa con una bomba, me ataron las manos a la espalda y me llevaron a una vivienda en la que éramos decenas de hombres. Nos ordenaron que mirásemos al suelo y nos fueron interrogando uno a uno. Nos preguntaban por los milicianos, que dónde se escondían, si los apoyábamos, si estábamos contentos con lo que habían conseguido, si queríamos paz o no.

Es 14 de septiembre y hace una semana que las tropas israelíes se han retirado del campo de refugiados de Yenín, epicentro de la resistencia armada en los territorios ocupados. Ahmad, quien prefiere preservar su verdadera identidad, sigue explicando que durante diez días, con sus noches, varios centenares de soldados cercaron el poblado en el que viven, según la UNRWA, más de 24.000 personas. Relata cómo lo primero que hicieron fue cortar los suministros de agua y electricidad, para comenzar un pogromo, casa por casa, día y noche, en busca de rebeldes. Según la ONU, fue el ataque más grave cometido en Cisjordania en las últimas dos décadas, cuando tuvo lugar la Segunda Intifada. El grado de destrucción que dejó a su paso recuerda a las imágenes de las primeras masacres cometidas en el genocidio de Gaza. Aquí, en Cisjordania, la guerra ya había comenzado un año antes, cuando Netanyahu volvió a la presidencia. Desde entonces, esta ha sido su batalla más violenta.

Ahmad, quien hace cola para comprar cubos en los que trasladar las pocas pertenencias que se han salvado de la quema de su casa, cuenta que, primero, como suele ocurrir en este tipo de invasiones, escucharon los drones con su siseo desquiciante. Poco después, desde los altavoces de la mezquita llegaron las advertencias de la aproximación de las tropas israelíes. Los más avezados huyeron antes de que los bulldozers —ese híbrido monstruoso mitad tanque, mitad excavadora— comenzasen a arrancar el asfalto de las calles, retorcer el alcantarillado, derruir decenas de casas. Finalmente, irrumpieron los jeeps con los soldados disparando.

—¿Para qué venís ahora que ya se han ido? ¿Por qué no vinisteis cuando nos estaban matando? —nos espeta un hombre que, antes de que podamos responderle, se da la vuelta. El resto del día se dedicará a vigilarnos, siempre a una veintena de metros.

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