La noticia falsa propagada por el presidente electo, Donald Trump, que acusó a los haitianos de Springfield de comerse a las mascotas, dio la vuelta al mundo. Sin embargo, el nuevo éxodo entre los haitianos provocado por la victoria electoral del magnate neoyorquino ha pasado sin pena ni gloria por las redacciones. Es una triste constatación de que, a la hora de informar, la mentira tiene más gancho que la realidad, e incluso más que el dolor físico y mental que causa.
Las amenazas contra ellos y sus negocios continúan y se han expandido. El plan de deportaciones masivas anunciado por Trump es una guillotina racial cuya cuchilla, si cae, primero lo hará sobre los grupos de recién llegados. Los haitianos de Springfield saben que están en lo alto de su lista negra. El próximo inquilino de la Casa Blanca ha declarado en varias ocasiones que cuando tome el cargo pondrá fin al estatus de protección temporal que les permite vivir y trabajar en el país y los deportará. Una declaración abierta de persecución que no penalizó la campaña republicana, sino todo lo contrario.
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