En este último rickshaw del año nos detenemos, una vez más, en Gaza, porque esta semana se ha conocido que la cifra de personas que han perdido la vida por los incesantes ataques israelíes en la Franja ha superado los 45.000. Casi un tercio de ellos, según datos recogidos por Naciones Unidas, eran niños y niñas. Los mortíferos ataques aéreos de Israel continúan sin tregua y sin discriminar objetivos como escuelas y refugios. Solo entre el pasado domingo y el lunes se produjeron cuatro bombardeos contra escuelas que albergaban a desplazados internos. La situación humanitaria es catastrófica después de 14 meses de ofensiva. La organización Human Rights Watch denunció esta semana que las autoridades israelíes han privado a la población gazatí de la cantidad mínima de agua necesaria para sobrevivir desde octubre de 2023, algo que constituye un crimen de guerra y que “ha contribuido probablemente a miles de muertes”.

De forma paralela, los mediadores de Qatar, Egipto y Estados Unidos han acelerado los esfuerzos de negociación para tratar de alcanzar un alto el fuego entre Hamás y las fuerzas israelíes. Estos días se espera progresar hacia un acuerdo que incluya la liberación de rehenes retenidos en Gaza y de prisioneros palestinos en cárceles israelíes. Washington —que busca avanzar en las conversaciones antes de que el actual presidente, Joe Biden, traslade el poder al presidente electo, Donald Trump— ha expresado un optimismo cauto de que se llegue a un acuerdo para finales de este mes.