Serbia atraviesa su peor crisis política desde 2012, tras una ola de protestas estudiantiles que estalló el pasado noviembre a raíz del derrumbe de un tejado de la estación de trenes en Novi Sad que dejó 15 muertos. Aquel suceso fue el desencadenante de una frustración mayor por la corrupción política. Este martes la tensión se tradujo en la dimisión del primer ministro y líder del partido populista nacionalista SNS, Milos Vucevic. También presentó su renuncia el alcalde de Novi Sad —la segunda ciudad del país—, Milan Djuric. Sin embargo, los manifestantes consideran insuficientes estas renuncias y exigen justicia.
El presidente Aleksandar Vucic, señalado por su autoritarismo, ha prometido decidir en los próximos días si convoca elecciones anticipadas o forma un nuevo Gobierno, aunque los analistas creen que es una táctica para ganar tiempo hasta que se disuelvan las protestas. Estas manifestaciones han aumentado en todo el país con el apoyo de docentes, sindicatos y celebridades como Novak Djokovic. A pesar de negociar su entrada en la Unión Europea, Serbia mantiene su cercanía con Rusia, lo que genera dudas sobre su compromiso democrático.