La Antártida, considerado un continente teóricamente protegido como reserva natural, se enfrenta actualmente a un auge del turismo masivo con más de 125.000 visitantes al año —un aumento del 16% en apenas un año—. Los científicos han advertido de que la llegada descontrolada de turistas introduce especies invasoras, contamina las aguas con cremas solares y pone en riesgo la fauna local.
El impacto ambiental es cada vez más evidente. Las investigaciones de los expertos demuestran que algunos productos, como los protectores solares, afectan al kril, un banco de crustáceos que es vital en la cadena alimentaria de las ballenas, las focas y los pingüinos. Además, han ocurrido actos vandálicos, como un grafiti gigante en una estación ballenera abandonada.
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