La fiesta brava

Los toros sufren caídas, golpes, abrasiones, fracturas y mueren en nombre de la cultura

La fiesta brava
Ariadna Creus

Una lágrima de sangre se deslizaba lentamente por el cuerno tronchado que aún seguía unido a duras penas por uno de los extremos. El sonido del hueso quebrándose parecía haber transportado a la muchedumbre a un estado lejano de la histeria colectiva que reinaba en la plaza hasta ese instante y que ahora era sustituida por un silencio abrumador. Tan sólo algún que otro ‘pobrecito’ con aires paternales rompía la quietud. Un par de minutos antes, la plaza de toros de Segorbe (Castellón) era un hervidero de personas ansiosas por ver salir a la bestia de aquel contenedor metálico que habían varado en uno de los laterales de la arena.

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