El número 1 en papel de 5W tiene una pregunta de partida. ¿Qué pasa después de la guerra? La respuesta aparentemente más obvia es la paz. Dedicamos el último capítulo de la revista a historias de paz y reconciliación, con todas sus imperfecciones y sinsabores. Una paz que no siempre llega.
El capítulo abre con un reportaje de la periodista Majo Siscar sobre los desenterradores de la paz en Colombia, con unas fotos demoledoras de Óscar B. Castillo. ¿Qué mejor forma de recorrer la historia reciente de Colombia que conocer a Alexander, un exguerrillero de las FARC que ahora se dedica a desenterrar minas? Es uno de los temas de la revista con más trabajo de campo, tanto en letra como en imagen. Se puede oler, tocar, sentir. Y una frase lapidaria nos hace abrir los ojos a la dimensión del problema de las minas en Colombia: “Colocar una mina puede tomar cinco minutos, pero desenterrarla toma semanas y cuesta miles de dólares”.
Después de la poesía y la ilustración que define cada capítulo (hablaremos de eso otro día), uno de los colaboradores habituales de 5W, Andrés Mourenza, nos adentra con maestría en las montañas de Nagorno Karabaj, donde armenios y azeríes luchan por superar su odio. Él define así este país que no existe. “Uno de esos agujeros negros que se han multiplicado en los mapas en las últimas décadas: Abjasia, Osetia del Sur, Transnistria, Somalilandia, Chipre del Norte… Y, como los agujeros negros del Universo, son focos de inestabilidad: engullen armas, contrabando, y vomitan odio. Son, quizá, los suburbios de la globalización”. Las fotos de Álvaro Deprit —una de ellas abre el capítulo— nos introducen en este ambiente fantasmagórico y lúgubre.
Una atmósfera no tan distinta se vive entre los serbios que siguen en Kosovo, y a eso ha dedicado su ensayo fotográfico Guillem Valle. Unas vidas marcadas por los disturbios étnicos de 2004. Son imágenes que basculan entre la soledad y la ternura, como la de un chaval serbio jugando a fútbol en el último lugar de la localidad de Kosovo Polje en el que quedan serbios.
ierra el capítulo (y la revista) el reportaje de uno de nuestros fundadores, el todoterreno Mikel Ayestaran, con el sugestivo título de La paz invisible. ¿Cuál es? Sí, lo han adivinado. “De tanto usarla durante décadas —escribe Ayestaran—, la palabra paz ha perdido su significado en Tierra Santa. Las dos partes del conflicto hablan de negociación y de dos Estados, pero en la práctica los israelíes apuestan por expandir los asentamientos, lo que aleja cualquier posibilidad de crear un Estado palestino. Al otro lado del muro, Gaza y Cisjordania permanecen separadas física y políticamente por las diferencias entre Hamás y Fatah. No hay paz a la vista entre Israel y Palestina, ni paz entre los propios palestinos”. Las fotografías de Maysun, que ha trabajado durante años en la zona, son la mejor forma de descubrir los secretos de ese túnel de violencia sin fin.
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