¿Cuál es el precio de la verdad? ¿Qué dicen los silencios y las ausencias? Me refiero a todo lo que sucede lejos del ruido y la exaltación. El punto de inflexión está marcado. Marruecos, mi país, es un gran país. Lo es por sus obreros, por sus trabajadoras, por sus barriadas y por sus campos. Lo es por el sudor y el dolor de millones de hombres y mujeres. Estos días de forma más evidente que nunca.
Marruecos logra resarcirse de la miseria y el pesar porque el pueblo sabe que solo el pueblo salvará al pueblo, y por lo tanto se organiza para ello. Pareciera que de las instituciones no podemos esperar nada, o no queremos esperar nada; una ceguera fruto del cinismo. Pero ahora, después del terremoto, la ciudadanía tiene más que nunca una asignatura pendiente: exigir responsabilidades, depurar culpas, alzar la voz, decir la verdad.
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