Hay palabras que son un apapacho, cuya sola mención evoca momentos, olores, una sensación de confort y de hogar. “Apapacho”, una palabra de origen náhuatl que se utiliza en México, es definida por la Academia de la Lengua Española como “palmadita cariñosa o abrazo”; pero su sentido real es uno que se expande, arrulla y conforta: para quienes la usamos cotidianamente, apapacho significa “acariciar con el corazón”.
Los puristas de las lenguas, con su libro de etimologías en una mano y un dedo flamígero en la otra, dicen que esta definición es resultado de una romantización del término, derivado de la voz náhuatl patzoa, que en sentido estricto significa “apretar”. Da igual, porque cuando la cosa va de sentimientos, de purititas tripas y corazón, entre nosotros nos entendemos —y nos apapachamos.
Llevo varias semanas reflexionando sobre la importancia de la lengua materna, aquella en la que te arrullaron por las noches, la lengua en la que te han amado. La mayor parte de los seres humanos, el sesenta por ciento, hablan más de un idioma de manera cotidiana; de ellos, casi un veinte por ciento habla tres idiomas o más.
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