Lo que me consuela de la niebla es que tarde o temprano termina esfumándose. Quizá nos envuelva un manto blanco, opaco. Denso. Tal vez en algún momento parezca que resultará imposible atravesarla, dejarla atrás. Pero la niebla está compuesta de diminutas gotas de agua suspendidas en el aire. Y es, por tanto, un estado pasajero. Efímero.
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