Nadie puede culpar a los griegos de haber aprovechado el momento, ni de haberlo hecho con hiriente sarcasmo. Trece años después de recibir la reprimenda de Berlín sobre sus cuentas, incluida la propuesta de que Atenas vendiera algunas de sus islas, la crisis presupuestaria de Alemania ha sido una oportunidad irresistible para devolver el golpe. «Una solución sería vender activos públicos como islas para recaudar rápidamente grandes sumas de dinero», aconsejaba el que fuera ministro griego de Reconstrucción Productiva, Panagiotis Lafazanis.
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