De un tiempo a esta parte nos estamos acostumbrando a los malos tragos, a la tristeza. Pero esta es un tipo de congoja diferente. Es la perspectiva de extinción total.
Está pasando en Tuvalu, un pequeñísimo país de 27 kilómetros cuadrados —del tamaño de Collado Villalba, para hacernos una idea—, una isla polinesia que se enfrenta a un reto existencial: su casi certera desaparición bajo las aguas a causa de la crisis climática.
Parece una noticia pequeña en un océano de informaciones infinitas, pero también es quizá la amenaza más grande que cabe imaginar para los 11.800 habitantes que pueblan la isla. Un hecho que nos interpela a todos.
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