La extraña. Quizá tanto como lo extraña a él. No es la textura esquiva lo que añora de la nieve, tampoco su frialdad, es más bien la calidez encontrada en los interiores desde donde observaba su caída pausada, ese entramado blanco en movimiento capaz de detener el abordaje de ruidos y prisas.
En la gran ciudad la nieve ha quedado relegada al pasado, a un sueño de antaño.
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