Alí rebusca entre los escombros y recupera el triciclo de sus hijos. Aquella madrugada, cuando tembló la tierra, los tapó con mantas. Cuando dejó de temblar, Alí entregó los pequeños a unos vecinos por un agujero que se abrió en el balcón del segundo piso de la casa. La familia duerme ahora en un coche para protegerse del gélido invierno del montañoso sur de Turquía.
En esa noche de lluvia y nieve, a la intemperie tras sobrevivir al terremoto, Miyase pensó que se moría en siete ocasiones. Protegió a sus hijos bajo una cubierta de plástico mientras su marido buscaba supervivientes por los alrededores. Al regresar por la mañana, su esposo tenía las manos envueltas en sangre y polvo. El mismo polvo en el que Kenan perdió a tres parientes, que se marcharon para siempre en Adiyaman, la misma ciudad de Alí y Miyase. Una ciudad fantasma en la que ya nadie vive en casa tras el terremoto.
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