La transformación del Partido Republicano de Estados Unidos en una secta disparatada es una tragedia geopolítica de consecuencias imprevisibles. El partido de Abraham Lincoln está hoy sometido a la voluntad de un gánster con múltiples causas abiertas, adorador de dictadores —incluido Vladímir Putin— y responsable de abuso sexual condenado por la justicia.
A la espera de saber si Donald Trump regresa a la presidencia, las consecuencias de la deriva son evidentes, desde Arkansas a Ucrania. El Congreso estadounidense se muestra incapaz de tomar ninguna decisión sensata. Dependiente de lobbies que riegan con dinero a los candidatos más manejables, se ha convertido en freno de cualquier medida en favor del medio ambiente, el control de armas o la igualdad de oportunidades
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