El presidente estadounidense Harry Truman definió la misión como un «éxito». Apenas habían pasado dieciséis horas desde que, por primera vez, poblaciones civiles fueran exterminadas con bombas nucleares. Más de 140.000 muertos en Hiroshima; otros 80.000 en Nagasaki. Los días 6 y 9 de agosto de 1945 debieron quedar grabados en la conciencia colectiva de la infamia, pero sabido es que la historia la escriben los ganadores.
Y vaya si la reescribieron, meticulosamente.
Un crimen de guerra salvaje e inhumano ha sido desde entonces minimizado, justificado, rodeado de un aura de inevitabilidad e incluso elevado al panteón de las heroicidades bélicas.
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