Nunca sabremos cuál habría sido el desenlace de la guerra de Ucrania si, en el momento en que Rusia estaba más débil, Estados Unidos y Europa hubieran ofrecido a Kiev el armamento que necesitaba. Tal vez tampoco tenga sentido mirar atrás: no se hizo y la oportunidad se perdió. En su lugar, las dudas occidentales ofrecieron a Moscú un tiempo precioso para acelerar la producción de armas, reclutar a miles de nuevos soldados y reforzar sus alianzas militares con Irán o Corea del Norte.
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