La pandemia dejó demasiadas lecciones, y quizá por eso hemos olvidado las más esenciales.
¿Qué es una emergencia?
Un país, cualquier país en el mundo, se enfrenta a una emergencia cuando hay algo extraordinario que lo supera, como es el caso de la dana que ha sembrado el caos en el este de España. El primer paso para abordar el problema es tomar plena conciencia de él, y tanto en las primeras semanas de la pandemia como en las primeras horas e incluso días de la dana faltó entender el momento humanitario.
Hace falta ir más allá de las discusiones sobre la intervención o no del Ejército, sobre las siempre complejas relaciones entre administraciones de distinto nivel, incluso sobre los recursos disponibles. España, como muchos otros Estados europeos, está programada para lidiar con lo ordinario, no con lo extraordinario. El chip emergencista, ese enfoque político-técnico que prevé un despliegue rápido, una actuación a medida y una imaginación pesimista —capaz de pensar en los peores escenarios antes de que sucedan—, no está incorporado ni en las administraciones públicas ni en la ciudadanía.
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