He pasado las últimas semanas haciendo una cobertura periodística en Ucrania con una sensación extraña. El inicio de mi viaje coincidió con el ataque de Hamás. En cada día de reporteo sobre personas desplazadas a causa de la invasión rusa de Ucrania, la ofensiva israelí contra Gaza se recrudecía y asesinaba a más palestinos. Pensé, como ¿buen? periodista, que estaba en el lugar incorrecto. ¿Pero cuál es el lugar correcto? ¿Aquel al que todo el mundo mira?
Estos días me han hecho reflexionar sobre la velocidad a la que consumimos las guerras. Cada vez somos más voraces. El conflicto de Ucrania era el más mediático del momento y ocultaba a todos los demás.
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