Aquella tarde, el sol incendiaba de verdor los montes y estallaba el fulgor de las montañas nevadas. Demasiada belleza ciega: es su forma de revelarnos nuestra incapacidad para asumir el esplendor de un horizonte demasiado amplio, la dicha de una cascada demasiado alta, la atracción de un acantilado demasiado escarpado. A la soberbia le cuesta mantenerse en pie cuando la naturaleza nos devuelve el reflejo de nuestra nimiedad. Por el contrario, la humildad aligera el peso de la vida.
Aterricé a mediados de marzo en Asturies para participar en un homenaje a dos pioneras: la maestra, periodista, escritora, sufragista y feminista María Luisa Castellanos (1892), que escribiría décadas antes que Simone de Beauvoir sobre qué es ser una mujer; y la luchadora antifranquista, comunista y sindicalista Anita Sirgo (1930), quien jugaría un papel fundamental en la huelga de 1962, secundada por más de 100.000 trabajadores en toda España y que supuso el primer gran desafío político en el franquismo.
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