Se ha ido Ramón Lobo (Lagunillas, Venezuela, 1955; Madrid, España, 2023), uno de los nuestros. Padre de la revista 5W, colega y corresponsal de la vieja escuela que con el paso de las décadas adoptó aspecto de doble de Santa Claus y a quien el apellido Lobo se le transformaba en Love a los pocos minutos de conocerlo. Imposible no enamorarse de este embaucador con mayúsculas de ojos azules, zalamero, cariñoso, vacilón, bonachón y con un humor negro, negro borrascoso.
Lobo trabajó durante dos décadas en El País y fue uno de sus corresponsales estrella en los Balcanes, África, Afganistán o Irak, esos años considerados dorados dentro de la profesión, sobre todo por todo el dinero que los medios invertían en coberturas. Tras la salida traumática del diario de su vida, que en 2012 le dio la patada en un ERE (expediente de regulación de empleo) junto a otros 129 compañeros, supo reconvertirse y se abrió a nuevos proyectos como freelance gracias a un corazón que no conocía el rencor. En radio, prensa, ensayo, novela, apariciones puntuales en televisión y muy activo en redes sociales, el prestigio ganado crónica a crónica durante veinte años bajo la marca de El País dio paso a una marca propia con la que siguió siendo referente.
En 2016, cuando la revista 5W daba sus primeros pasos, Ramón viajó a Barcelona y durante 48 intensas horas nos regaló Guerras de ayer y de hoy, una conversación vital en la que dibujó su forma de ver el periodismo junto a quien escribe estas tristes líneas. En el primer volumen de la colección Voces, Lobo se desnudó sin complejos ante una nueva generación de reporteros que crecimos leyendo sus crónicas, alabando su nombre y envidiando sus viajes. Temo encontrarme cara a cara con escritores o periodistas a los que admiro por temor a que me defrauden, pero en el caso de Lobo me enamoré de su forma de ver el oficio, la vida y de esa manera generosa de querer enseñar para pasar el testigo a quienes aprietan por detrás para abrirse un hueco en este mundo. En un mundillo de tanta competencia, egos y envidias, siempre fue generoso con quienes queríamos vivir de esto y lo demostraba con sus actos.
Nuestro Santa Claus tenía alma blanca, como la camiseta del equipo en el que no perdió hasta el final la esperanza de ver debutar a Kylian Mbappé. Entre sus planes de futuro estaba asistir al partido inaugural del nuevo Santiago Bernabéu, pero el Real Madrid tendrá que conformarse con el apoyo de este merengón sin fronteras desde el Más Allá (aunque creía más en el poder de la imaginación). El fútbol era una pasión, pero también una vía de escape con la que calmar las aguas cada vez que uno estaba en una cobertura complicada y necesitaba hablar con alguien. Siempre podías contar con Lobo.
Hace unos días quedamos en vernos en Madrid el 7 de agosto, antes de mi regreso a Estambul. Un encuentro breve porque “las visitas me agotan”, me dijo. Al día siguiente le envié un mensaje con la foto que presidió mi despacho de Jerusalén durante siete años. Ramón con un recién comprado póster de “Visit Palestine” junto a mis hijos en ese balcón de mi casa en la calle del Profeta Eliseo desde el que veíamos el Domo de la Roca. Fue nuestra primera visita cuando aterrizamos en la Ciudad Santa para iniciar una nueva vida. Pura felicidad. Pura vida. Una visita de la que salió rebautizado como Mister Love.
Eskerrik asko, Ramon Love!