Se nos están acumulando los muertos. Se nos están juntando los cadáveres de niños ensangrentados y cubiertos por algún polvo blanco, o tierra, o herrumbre, da lo mismo, hasta ocultarles el color de la piel. Se nos enciman los nombres de periodistas muertos, activistas muertos, médicos muertos, padres y madres, todos muertos. Se nos desborda el Twitter, el Instagram, el Facebook, con las fotos que se cuelan en el scrolling: una cena familiar, un niño gritando entre escombros, un gato con traje de conejo, un bombardeo que tiñe el cielo de rojo anaranjado, unos fuegos artificiales feliz 2024, una mujer rugiendo de dolor ante un cadáver, todo en la misma pantalla que ya no nos provoca nada, bueno, tal vez un poquito; qué mal anda todo, apaga y a cenar.
¿Cuándo se nos rompió la capacidad de sentir pena por el otro, de compadecernos, de indignarnos con las vísceras y actuar?
Contenido solo para socios/as
Otra forma de ver el mundo es posible. Si te haces ahora socio/a, tendrás acceso ilimitado a la web, y recibirás cada año nuestra revista en papel con más de 250 páginas y un libro de la colección Voces.
Suscríbete ahora