Nota del editor: el Gobierno indio, dirigido por el nacionalista hindú Narendra Modi, decidió el pasado mes de agosto revocar el estatus especial de la Cachemira bajo control indio, lo cual permitió a las fuerzas de seguridad hacer redadas y actuar contra todo tipo de disidencia en el valle. Ha sido un año terrible para la región. El pasado mes de mayo, un atentado en la Cachemira india acabó con la vida de 40 soldados indios, tras lo cual Modi ordenó un ataque aéreo sobre suelo pakistaní contra una supuesta base de un grupo terrorista. La India y Pakistán han librado tres guerras por Cachemira desde la independencia. Es una de las heridas más importantes abiertas en toda Asia.
Este artículo forma parte del Anuario Internacional CIDOB 2019. Aquí se puede acceder a todos sus contenidos.
El conflicto de Cachemira es fácil de describir, pero dolorosamente difícil de entender. Es una de las disputas más difíciles de tratar del mundo. Siguen produciéndose protestas violentas por parte de jóvenes radicalizados en el valle de Cachemira, y hay hostilidades entre la India y Pakistán a lo largo de la llamada Línea de Control que divide a Cachemira entre dos estados que poseen armamento nuclear.
Desde 1947, cuando el Imperio británico de la India fue dividido entre la India y el Pakistán y dio origen al conflicto de Cachemira, una amplia variedad de individuos e instituciones han propuesto diversas soluciones para resolver los problemas de Jammu y Cachemira, tal y como es conocido este estado en la India.
Dos son los escollos centrales que se interponen en el camino de la paz en la zona: el conflicto entre Nueva Delhi e Islamabad por la soberanía sobre las regiones de Jammu y Cachemira, y el desencanto con Nueva Delhi de un sector de la población del valle. En muchos sentidos, Jammu y Cachemira son un síntoma de la profunda división existente entre la India y Pakistán.
Desafortunadamente, la relación entre ambos estados es y ha sido de desencuentro en casi todo: la historia, la memoria, los prejuicios, el territorio, la identidad, la religión, la soberanía, la ideología, la inseguridad, la confianza, la traición y muchas otras cosas.
La única forma de que esta relación pueda progresar es iniciando un proceso sistemático de reconciliación a todos los niveles. Solamente mediante una “gran” reconciliación será posible que la India y Pakistán vivan tranquilamente uno junto al otro, y que las relaciones comunitarias en el subcontinente recuperen del todo la normalidad.
Es obvio que la opinión cada vez más extendida es que un acuerdo final entre la India y Pakistán sobre Cachemira solo podrá producirse sobre la base de convertir a la Línea de Control en una frontera internacional, con pequeños ajustes si fuese necesario. Son varias las razones que ofrecen los expertos sobre por qué esta es la única salida posible. Para empezar, ha habido por lo menos tres ocasiones en las que pareció haber un principio de acuerdo entre los máximos dirigentes de la India y Pakistán para que Jammu y Cachemira se dividiesen a lo largo de la línea de esa frontera.
Además de las razones históricas, hay otras que apoyan la idea de que convertir la Línea de Control en la frontera internacional es la solución más práctica al problema. Una solución al conflicto no puede basarse en ningún tipo de absolutos; una victoria total no es posible ni para la India ni para Pakistán; es poco realista, por parte de Nueva Delhi, imaginar que puede, por la fuerza o mediante la diplomacia, reunificar a la totalidad del Estado. De manera análoga, también Islamabad tiene que comprender que ni la guerra, ni el apoyo al terrorismo ni la presión internacional forzarán a Nueva Delhi a renunciar a las provincias de Jammu, Cachemira y Ladakh [antes unidas, el Gobierno indio ha decidido crear ahora dos nuevos territorios de la unión a partir de ellas: Jammu y Cachemira por un lado, y Ladakh por el otro]. Además, rehacer las fronteras en el Sur de Asia tendría unas consecuencias desastrosas para la región, además de originar un enorme número de desplazados. La actual Línea de Control corresponde, más o menos, a una amplia división étnico-lingüística dentro del antiguo estado principesco. Las dos Cachemiras han vivido como una parte de la India y Pakistán durante más de medio siglo. Aunque tienen quejas de sus respectivos mandatarios, se ha producido un proceso inevitable de integración que será extraordinariamente difícil revertir.
En la fórmula para un acuerdo está implícita la opinión de que la conversión de la Línea de Control en frontera internacional no significaría una prolongación de las hostilidades. Si la India y Pakistán vieran que esta idea tiene sentido, podrían trabajar para convertir el territorio que rodea la Línea de Control en una zona desmilitarizada. Podría producirse una gradual reanudación del comercio y de la libre circulación de mercancías, la gente podría viajar sin trabas de una parte a otra de la línea divisoria, y las dos Cachemiras tendrían un estatuto de autonomía dentro de la India y Pakistán.