Dicen que la primera víctima de la guerra es la verdad, pero la víctima más obvia, la más inmediata, es la paz. Una paz cuyo nombre se manosea para conseguir réditos políticos, que se pronuncia en toda visita diplomática en lugares destrozados por el conflicto, pero que cada vez llega más tarde —a veces demasiado tarde— y de forma más imperfecta.
El problema al que se enfrenta el mundo contemporáneo no es solo el triunfo de la guerra, sino, sobre todo, el fracaso de la paz. Ucrania es el último ejemplo: las negociaciones se publicitan, pero exasperan desde el primer momento, porque parecen más bien formar parte de la estrategia de guerra.
Nuestro número 7 en papel, que lanzamos hoy con el título de La paz herida —incluida en la suscripción a 5W y que también se puede comprar aquí—, recorre el mundo para indagar en la falta de voluntad política y la incapacidad para poner fin a los conflictos.
Cada año el número de personas desplazadas por la violencia marca un récord histórico. Hay guerras relativamente recientes como la de Siria (2011) o Sudán del Sur (2013) que hacen que esa cifra sea alta. La guerra de Ucrania —sobre la cual hemos publicado un especial que es casi un epílogo digital de la revista, que ya estaba en imprenta cuando Rusia inició la invasión— hará que la población refugiada global aumente en millones.
Pero si analizamos concienzudamente los datos, observamos que son países con conflictos crónicos y sin una solución pactada para acabar con la violencia los que, año tras año, siguen ahí y provocan que las personas desplazadas y refugiadas sumen una población (82,4 millones) que ya casi alcanza el tamaño de Alemania. Uno de los casos más crueles es el de Afganistán, que sufrió la invasión soviética en la década de 1980, una guerra civil y el primer régimen talibán en la década de 1990, la invasión estadounidense tras los atentados del 11-S y la vuelta al poder, en 2021, de los talibanes. El proceso de paz afgano fue un fracaso o, como sostiene el periodista Amador Guallar en este número, una traición: fue usado por Estados Unidos para salir de Afganistán por la puerta de atrás y manipulado por los talibanes para ganar tiempo y volver al poder sin ningún tipo de concesión o pacto con otros grupos y comunidades.
Número 7: La paz herida
Hay muchas formas de paz, ansiadas o logradas, que pueblan las 256 páginas de este nuevo número.
ComprarLa paz sana, pero también duele —y muchas veces es incompleta. La reportera Andrea Aldana escribe una crónica en esta revista sobre el proceso de paz colombiano y sus imperfecciones. Viajamos también con Ethel Bonet y Diego Ibarra a Líbano, donde una guerra civil cerrada en falso aún reverbera en un sistema político en crisis perenne. Nos detenemos, de la mano de Ebbaba Hameida y Ana Valiño, en la reactivación del conflicto del Sáhara Occidental, tan cercano y tan lejano para una España que tiene responsabilidad moral y política en la situación del pueblo saharaui. Pensamos con Bru Rovira si es posible la justicia universal, nos preguntamos con Andrés Mourenza por qué en Chipre no se da el último paso para alcanzar la paz, seguimos los pasos de Paula Farias en su intento de descifrar qué es la acción humanitaria y qué relación tiene con los procesos de paz. Con Igor G. Barbero exploramos una de las grandes paradojas de los últimos años: que el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, recibiera el Premio Nobel de la Paz por el acuerdo de paz con Eritrea y al poco tiempo se uniera a sus tropas, de forma simbólica, en la guerra en la región etíope de Tigray.
No podía faltar en una revista como esta el conflicto palestino-israelí. Cuando le pedimos a Mikel Ayestaran que explorara qué significa hoy la paz en Tierra Santa, obtuvo algunas respuestas desconcertantes: uno de sus entrevistados se echó a reír. Esa carcajada de cinismo resuena en otros lugares del mundo donde conflictos no tan emblemáticos siguen causando muertos. La responsabilidad de las grandes potencias —y también de la ONU— queda al descubierto en muchas de las historias que publicamos en este número. La paz es difícil, pero no imposible. Coinciden en ello mediadores de paz como Mauro Garofalo, de la Comunidad de Sant’Egidio: alcanzar la paz es más complejo que antes porque cada vez hay más actores, tanto en la guerra como en las negociaciones. Pero esta multiplicidad no debe servir como justificación: en otra entrevista, la activista india Binalakshmi Nepram nos plantea, precisamente, que para lograr la paz debemos abrazar la diversidad.
Hay muchas formas de paz, ansiadas o logradas, que pueblan las páginas de este número. Siria, Sudáfrica, Irlanda del Norte, Etiopía, Líbano e incluso los acuerdos de paz que necesita el espacio para no convertirse en un lugar de conflicto. En 5W hemos apostado siempre por un periodismo narrativo que mira a rincones olvidados del planeta. En ese viaje, que hacemos con la ayuda de las más de 4.600 personas suscritas a la revista, intentamos no dejarnos llevar por una mirada catastrofista, pero denunciamos las violaciones de los derechos humanos y las describimos tal y como son. Hemos ido tantas veces allá donde la paz fracasó… Quizá es el paso que hay que dar: conocer la guerra y el dolor que provoca es imprescindible para alcanzar la paz. Una paz herida por el cinismo y la falta de voluntad política para acabar con las guerras. Una paz que sigue esperando su oportunidad.
Los socios y socias de 5W recibirán de inmediato esta nueva revista anual de más de 250 páginas. El ejemplar también se puede adquirir por separado en nuestra tienda online y a partir del 23 de marzo en librerías.
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