A veces no basta con un fogonazo. No basta con una composición perfecta, con el encuadre adecuado, con el impacto visual. Lo que importa de la fotografía periodística (el adjetivo es importante) es que cuente historias. Ese ha sido el caballo de batalla de 5W desde que nació hace un año.
Como editora gráfica, me he esforzado en conservar la esencia estética de la imagen y en ponerla al servicio de lo que queríamos explicar. El componente narrativo en el que tanto insistimos en la revista no se refiere al texto, sino al binomio texto-imagen. Queremos huir de la imagen como un relleno para que el ojo del lector descanse. Y tampoco se trata de que la fotografía cuente exactamente lo mismo que el texto: se trata de que el conjunto explique la historia.
En nuestro esfuerzo, hemos contado con la colaboración de fotógrafos y fotógrafas de primera línea: la gran mayoría han creído en el proyecto desde el principio y lo han llevado, a nivel fotográfico, a un nivel más alto de lo que esperaba. Del diálogo con ellos y ellas han nacido nuestros mejores reportajes. Son vitales para que 5W siga adelante. Son 5W.
Hace un año lanzamos la web con una fotogalería de Ricard G. Vilanova contando Siria desde dentro. Y sin concesiones. Ricard ha sido, junto a Diego Ibarra Sánchez, el fotógrafo que más veces ha publicado en 5W, sobre todo de Libia, un agujero negro que ha iluminado con su visión microscópica, pegada a los hechos, descarnada. En los reportajes que hemos publicado sobre Libia -de Laura J. Varo, de Karlos Zurutuza, de Cristina Solias-, la imagen acompañaba al texto, pero tenía entidad propia.
Olmo Calvo estuvo desde el principio en la ruta de los refugiados que llegaban a Europa en verano de 2015, y escogimos algunas de sus fotografías más icónicas para publicar un ensayo con esa mezcla de denuncia y sensibilidad que caracteriza su excelente trabajo.
Nos dimos cuenta de que podíamos ir más allá en la explicación. El fotógrafo o fotógrafa podía aportar algo más: su visión emocional e intelectual. Así que publicamos varios WHERE en los que el fotoperiodista hacía un relato personal de lo que vio y vivió. Uno de los mejores ejemplos es el de Samuel Aranda, que en diez fotografías capturó la esencia de la epidemia de ébola que asoló a África Occidental, y la trasladó al lector de 5W. No es fruto de la casualidad: estuvo trabajando allí nueve meses para The New York Times. Para nosotros fue un lujo que publicara en 5W, y ojalá que lo haga muchas más veces.
En un formato similar, Moises Saman hizo un recorrido histórico-fotográfico por la Primavera Árabe. Allí casi no había sangre. Un columpio en Siria, una fotografía en una sala de estar egipcia. Saman fue capaz de comunicar su asombro y extrañeza en esos momentos de cambio. En tiempos de simplificación, su mirada apuesta por una penetración simbólica y ambivalente en lo que ocurre.
Pese a ser un nuevo medio con presupuesto limitado, desde el principio hemos querido huir del periodista-orquesta. Es importante que alguien se dedique al texto y alguien a la imagen. Y que sea su ámbito. Hasta el punto de que publicamos un especial sobre Benín con texto de Neus Màrmol, fotografía de Javier Corso y vídeo de Lautaro Bolaño.
La web está diseñada para que la imagen brille. Cabecera panorámica, fotografías en full screen, estética limpia. Llegó el momento de pensar el papel. ¿Cómo lo hicimos? La del formato fue una dura decisión: de 15×19 centímetros. Mucha gente se imaginaba que iba a ser una revista de gran formato, pero creo que habría sido un error: 5W es un lugar para leer y ver. Necesita tiempo, y un libro es mejor compañero de viaje que un álbum de fotografía. El trabajo de Nueva Era, nuestra imprenta, fue excelente, y el resultado es que la imagen -en mate, frente a otras propuestas dominantes- late con fuerza en la revista en papel. Más grande no significa mejor.
La tensión letra-imagen, aunque sigue los mismos principios que en la web, es incluso más intensa en la revista en papel, por motivos de espacio. Por eso, no quisimos añadir mucho más en forma de infografías u otros elementos gráficos. Solo uno, que dio mucha personalidad a este número 1: la ilustración de Cinta Fosch. Sugerente, reflexiva, obsesiva en los detalles. Nuestro papel no se entiende sin la imaginación de Fosch.
En el número 1 publicaron fotógrafos y fotógrafas imprescindibles: Manu Brabo, Guillem Valle, Juan Carlos Tomasi, Diego Ibarra Sánchez, Maysun, Edu Ponces, Óscar B. Castillo… Pero quizá uno de los ensayos de los que estoy más orgullosa es uno en el que giramos la cámara: los refugiados-fotógrafos Fátima y Hany contaron su vida, ellos mismos. El resultado fue una realidad sin filtros.
La portada del papel fue para Diego Ibarra Sánchez, maestro de la luz y la sombra. La imagen ha suscitado muchas preguntas: es un soldado estadounidense en una bicicleta estática leyendo en una base militar en Afganistán. Era muchas cosas: un guiño a la lectura, un comentario irónico sobre las guerras posmodernas, una expresión de lo absurda que es la guerra… Pero sobre todo era una pregunta sin respuesta que queríamos hacer al lector. ¿Pero qué es esto?
Pese a que estoy satisfecha del trabajo que hemos hecho en el último año, creo que tenemos que mejorar. En muchos casos hemos apostado por un fotoperiodismo clásico, con no demasiado riesgo en la edición y en la maquetación. Queremos apostar por nuevos formatos, publicar más vídeos, enriquecer la imagen con sonido y atrevernos a atravesar algunas fronteras.
Pero paso a paso. Trabajamos en la larga distancia. Lo único seguro es que, en este carrera, la fotografía siempre nos acompañará.