Asia es un volcán. Es presente y, sobre todo, futuro, con una alta tasa de natalidad y una población muy joven que lucha por abrirse camino. ¿Pero cuánto nos interesa un espacio tan diferente y lejano? ¿Cómo empatizar y entender más allá de la colección de dramas humanos que asoma en los titulares de vez en cuando? Es una pregunta que me he planteado a menudo en este año en el que he escrito sobre Asia para 5W.
Durante la última década, he vivido a caballo entre Pakistán, la India y Bangladesh, lo que yo llamo con algo de ironía el triángulo de la samosa, esa empanada tradicional que algunos lectores habrán probado en las calles del Raval o Lavapiés. Este es un continente inabarcable y diverso. En la India hay estados como Uttar Pradesh (sonarán lugares como el Benarés del Ganges o la Agra del Taj Mahal) con unos 200 millones de habitantes, más que España, Reino Unido y Alemania juntos. Lenguas como el chino con sus variantes, el hindi/urdu o el bengalí se hallan entre las más habladas del planeta y al mismo tiempo son casi unas completas desconocidas en Occidente. Pese a su talla literaria, Tagore, Manto o Mo Yan solo suenan aquí como una lejana reminiscencia.
Asia es cuna y abrevadero de religiones. Es el fervor del budismo de Sri Lanka y Birmania, el hinduismo que se debate entre el capitalismo y la tradición, y el lugar donde se hallan las cuatro mayores potencias demográficas musulmanas, clasificación que lidera el fascinante archipiélago de Indonesia. En medio, también, el ateísmo, más conocido quizá en los últimos tiempos por los terribles asesinatos de blogueros en Bangladesh.
Asia es transformación. Algunas de las economías que más crecen y empiezan a robar protagonismo a las potencias occidentales se encuentran allí. Si China es una realidad con sus rascacielos de Shanghái o sus tentáculos en medio mundo, la India no ceja en su empeño, con un primer ministro, Narendra Modi, que en su primer año de gobierno pasó casi más tiempo fuera que en Delhi, o con regiones como el Sudeste Asiático que despuntan cada vez más, por encima del cliché de la meca turística tailandesa.
Desde su nacimiento, 5W ha mirado a Asia porque es un continente que nos apasiona.
Asia es cultura. Una mezcla de tradiciones locales y de alargada sombra de diversos colonialismos que han moldeado durante siglos su carácter actual. Asia es naturaleza, con su imponente Himalaya y al mismo tiempo un territorio vulnerable a cíclicos desastres: maremotos, terremotos o inundaciones. Es desafío, con naciones jóvenes que consolidan democracias a veces bajo la mirada vigilante de ejércitos poderosos, y es guerra y violencia. Desplazado el foco hacia Oriente Medio en los últimos años, en suelo asiático continúan algunos de los peores conflictos crónicos del planeta, como la guerra que arrastra Afganistán desde hace décadas y las réplicas del conflicto afgano en la retaguardia paquistaní. Allí está también la eterna amenaza de confrontación nuclear entre Pakistán y la India, la dictadura comunista de Corea del Norte, la deriva de un grupo étnico sin tierra como los musulmanes rohinyás; una guerrilla, la maoísta, que se resiste a morir en partes de la India rural y un lento proceso de reconciliación tras el aniquilamiento de los rebeldes tamiles a manos de un gobierno budista, el de Sri Lanka.
Desde su nacimiento, 5W ha mirado a Asia porque es un continente que nos apasiona y en el que varios fundadores han trabajado: Agus Morales, Maribel Izcue o quien firma este texto. Hemos escrito sobre el sorprendente fenómeno de los indignados indios, quienes tras empezar con protestas contra la corrupción en Delhi se acabaron alzando con el poder en la capital de la mayor democracia del mundo, o sobre la lacra de la trata, que golpea desde tiempos inmemoriales a Nepal, donde sus aldeas se vacían de niñas y jóvenes que a menudo acaban como esclavas sexuales, con Elena del Estal poniendo imagen a una historia muy difícil de retratar. Hemos dado espacio a voces llenas de coraje: supervivientes de ataques con ácido fotografiadas con tacto por Jordi Pizarro, incluida Laxmi, una joven que acabó erigiéndose en un icono de la lucha contra el machismo en la India. No nos hemos olvidado tampoco de temas que no siempre generan la atención que merecen, como el cambio climático y los estragos que provoca.
En un mundo global tan interconectado, en el que los atentados se han convertido en indeseados compañeros diarios, hemos narrado el auge del yihadismo en el ignorado Bangladesh, desde que esa pequeña pero superpoblada nación comenzó a mostrar los primeros síntomas. Nos acercamos a colectivos vulnerables como los activistas homosexuales y pasamos meses ganándonos su confianza. En un país donde la homosexualidad es delito y pecado, escuchamos sus miedos y aspiraciones. La comunidad parecía conquistar pequeñas parcelas de libertad tolerada a pesar de tener que refugiarse en dobles vidas y pseudónimos. Al frente del activismo se situaban Xulhaz Mannan y Mahbub Tonoy, cerebro y motor. Pasión y valentía. Experiencia y juventud. Nos contaron con nombres falsos que eran conscientes del peligro y que, pese a todo, soñaban escribir páginas de cambio. El extremismo islámico acabó, sin embargo, asesinando a ambos en el primer ataque mortal contra la comunidad gay en Bangladesh. Un atentado que hundió a la causa LGTB y llevó al exilio a sus principales exponentes. La caída libre de Bangladesh continuó y poco después se produjo un inédito asalto a un restaurante de lujo de Dacca frecuentado por extranjeros, con toma de rehenes incluida.
Poco a poco han ido incorporándose firmas a esta familia. Gracias a Karlos Zurutuza y Marc Wattrelot conocimos mejor al indomable pueblo baluche, esparcido entre Pakistán, Afganistán e Irán. Omar Havana nos trajo con gran sensibilidad los ecos de la destrucción del terremoto que en 2015 devastó Nepal. Maribel Izcue nos mostró, con fotografías de Kosuke Okahara, cómo avanzan las cosas en Fukushima tras el desastre nuclear y nos descubrió las rendijas del progreso tecnológico en la hermética Corea del Norte. Francisco Javier Sancho Más y Gabriel Pecot nos presentaron más recientemente al que algunos llaman el Donald Trump asiático: el nuevo gobernante filipino Duterte y su controvertida cruzada contra la delincuencia. En el primer número de papel también ha habido mucha letra e imagen sobre Asia, sin ir más lejos los demoledores ensayos fotográficos de Diego Ibarra sobre Afganistán y Pakistán. Y Agus Morales puso el análisis calmado sobre dos de los ataques recientes más mortíferos que afectaron a ambos países: la masacre de hazaras en Kabul o el atentado en un parque infantil de Lahore dirigido contra cristianos. También escrutamos a uno de los peores fantasmas de los tiempos modernos, Osama bin Laden, hoy ya casi olvidado en un panorama dominado por Estado Islámico.
Pero queremos hacer mucho más y seguir abriendo el compás. Hay que contar mejor qué está sucediendo en Afganistán y, ¿por qué no?, en Asia central, una región huérfana de toda atención mediática. Sabemos, porque nos lo habéis contado, que a muchos os interesa la India, su crisol de culturas, sus diferencias sociales y sus trepidantes cambios. Hemos estado cojos en espacios como el Sudeste Asiático y China, pero siempre es buen momento para virar el rumbo. Y no solo eso, sino que más allá de las fronteras de Asia nos interesa mucho saber cómo viven, qué sueños y frustraciones tienen colectivos migratorios o de refugiados en Europa. Ese afgano que huyó de los talibanes y se encontró un muro en Hungría. Ese bangladesí que se busca la vida en las calles de Madrid y lleva años sin regresar a casa. Los vasos comunicantes de la sociedad actual.
Asia es un volcán y está en plena erupción. Queremos contarlo.