Vivimos en sociedades saturadas de imágenes, pero eso no quiere decir que tengamos cultura audiovisual: no abundan las reflexiones individuales y colectivas sobre un campo tan aparentemente popular como la fotografía, que está tan presente en nuestra cotidianidad, sobre todo gracias a los móviles. Durante la pandemia sí se pensó sobre ella y sobre lo que enseña: debates que no aparecieron cuando se informaba de una guerra en Oriente Medio o de una hambruna en un país africano saltaron a la palestra. Debates, a veces paternalistas, sobre si la muerte debe enseñarse y sobre cómo debe hacerse, debates sobre la intimidad, sobre la representación de personas que sufren.
5W nació como revista de crónica y fotografía: la imagen no sirve para ilustrar, sino que también cuenta historias, dijimos desde el principio. Para cubrir la pandemia confiamos en la palabra, como puede verse en las crónicas de larga distancia publicadas en los últimos meses, pero también en la fotografía, conscientes de su centralidad y también de la toma de conciencia general sobre su importancia en una crisis de esta magnitud.
En los últimos meses, buena parte del mundo se vio haciendo algo poco común: pensar lo mismo a todas horas. Las imágenes eran más universales que nunca. Lo que pasaba lejos se sentía muy cercano, a veces demasiado cercano. Para los primeros reportajes que publicamos desde China, de Zigor Aldama, escogimos imágenes que, luego nos dimos cuenta, veríamos replicadas en muchos lugares del mundo, también en España. Una de ellas fue la de este hospital gigante de campaña, que en aquel momento parecía algo que solo podría pasar en China, pero que pronto llegó a Europa.
Lo mismo pasó con las imágenes de soledad y vacío, que empezaron a conquistar cada vez más países. Esta fotografía de Emilio Morenatti (AP) fue tomada en Barcelona. Apareció en un ensayo comparativo entre el ébola y el coronavirus que publicamos en marzo. Para la revista, de alguna manera representó nuestra decisión de contar no solo lo que pasaba en Asia, América Latina u Oriente Medio, sino también lo que pasaba en España —y a fondo.
Y lo que pasó fue que las UCI se llenaron en todo el país. En esta fotografía de Anna Surinyach, nuestra editora gráfica, dos trabajadoras dan ánimos a uno de los contagiados en el hospital Germans Trias i Pujol, en Badalona. Este centro nos abrió sus puertas con generosidad, pero no fue la tónica que todos siguieron. No hay demasiadas imágenes de lo que pasó durante los peores momentos de la pandemia. Las UCI fueron el territorio del dolor. Y también el territorio de un trabajo infinito que sigue —mutado, diferente— hasta el día de hoy, aunque a veces no seamos conscientes.
Otro proceso que intentamos contar a través de la imagen fue la transformación de espacios para atender a pacientes. En esta fotografía, también de Anna Surinyach, explicamos la metamorfosis de diferentes estructuras conquistadas por la medicina. En concreto, este es un hotel de Badalona que fue usado por el hospital Germans Trias i Pujol para hospitalizar a pacientes. Una pandemia como esta necesita imágenes duras para entenderse, porque no usarlas significaría dar la espalda a la verdad, pero también precisa de fotografías con otra temperatura: que un hotel haya sido ocupado por un hospital nos habla de una situación extraordinaria.
En un mundo de confinamientos, de inmovilidad, se produjo una paradoja: en algunos lugares hubo quien tuvo que moverse, que huir, para sobrevivir. Pasó con las miles de personas que intentaron volver a países como Afganistán o Venezuela. Pasó, por otros motivos, en la India, donde esta alarmante fotografía era la del confinamiento. Cientos de miles de trabajadores de las grandes ciudades se quedaron sin sustento y volvieron a sus hogares. Las consecuencias sociales y económicas de la pandemia no llegaron semanas o meses más tarde: estuvieron allí desde el principio.
Líbano, un pequeño país de Oriente Medio, fue uno de los que pronto sufrió no tanto los contagios y la muerte como las consecuencias económicas de la pandemia. Ya era un país al borde de la bancarrota, y el virus fue la estocada para sus maltrechas finanzas. Dedicamos una crónica a este tema.
En esta imagen de Diego Ibarra Sánchez —uno de los fotógrafos que más han publicado en 5W—, una enfermera libanesa, Nancy Rahme, de 29 años, está ingresada en el hospital tras haberse contagiado de covid-19. Quiere volver a trabajar tan pronto como sea posible.
El título de esta crónica de Marta Martínez es contundente: “EEUU: Cuando la factura del hospital asusta más que el coronavirus”. La privatización de la salud en un contexto de pandemia era algo que debía tratarse, y más aún en Estados Unidos, que acabó siendo el país del mundo con más casos de covid-19. En la imagen, enfermeras protestan por los nuevos requerimientos para pedir una baja por enfermedad. Acostumbrados a ver al personal sanitario desde la obligación del trabajo, aquí lo vemos desde el prisma de los derechos laborales.
Manaos, Brasil. Dedicamos un ensayo fotográfico de Felipe Dana (AP) a las muertes, entre la negación y la desinformación, que se registraban en Brasil. En esta imagen, las personas que transportan el féretro son miembros de SOS Funeral, que ofrece servicios funerarios gratuitos a las personas sin recursos para costear un entierro. La pandemia ha golpeado con dureza a las grandes ciudades de todo el mundo, y quizá por eso la cobertura ha sido urbanocéntrica, pero imágenes como esta muestran los retos de acceso en lugares como este, en medio de la Amazonía.
No podía faltar la foto hecha por el protagonista o por alguien cercano al protagonista. Miles de venezolanos que habían huido del país se vieron obligados a dar media vuelta y regresar a casa —o al menos intentarlo. Se vieron desprotegidos en países como Colombia y se decidieron a volver. En esta crónica de Esther Yáñez contamos la historia de Ronaldo y su familia. En esta fotografía Ronaldo se halla en los primeros días de la ruta, aún con el maletero incorporado a la bicicleta —luego sería imposible mantenerlo ahí.
México ha sido uno de los países más golpeados por la pandemia en América Latina. El escepticismo ha sido uno de los últimos refugios para las clases más castigadas por el virus. Era una realidad que mostramos en una crónica de Alberto Pradilla con fotografías de Fred Ramos.
Siempre insiste en que él no es fotógrafo, pero en 2020 usó la fotografía más que nunca. El corresponsal en Jerusalén Mikel Ayestaran, uno de los fundadores de 5W, se devanó los sesos para contar el confinamiento en Tierra Santa, y encontró la fórmula mágica en la fotografía —y en su repetición incansable. Fotografió (aún fotografía) una y otra vez el banco situado en frente de su casa, “tomado” —como él mismo dice— por la comunidad ultraortodoxa judía. Aquí hay una muestra de todo lo que vio.
En Panamá, las personas transgénero se vieron discriminadas por la norma de salir a la calle según el sexo que figura en el carné de identidad. Fue la cuarentena que se olvidó de las personas trans. Esta crónica nos habla de esta disfunción administrativa que hizo sufrir a muchas personas. Esa es otra realidad que vimos este año: las disposiciones del Gobierno —por ejemplo, que un día solo puedan salir las mujeres y otro los hombres— tenían después una traducción literal en las calles.
Una de las cosas más difíciles de contar desde la fotografía fue la situación de las residencias para mayores en España. Había que explicar la muerte y el abandono, pero se corría el riesgo de caer en el morbo. En la crónica Soledades mayores, el fotógrafo Santi Palacios publicó imágenes llenas de sensibilidad de residencias de Cataluña, como esta, que nos sigue hablando hoy como el primer día.
Siempre hay una historia humana detrás. La de esta fotografía, contada 38 días después de la crónica anterior, es de la familia de Juana Tarrés, que murió en una residencia el 12 de abril de 2020. ¿Qué pasa cuando no es posible decir adiós? ¿Cuando el momento que habías previsto tantas veces —la despedida, la muerte, la ceremonia del funeral— llega de una forma que parecía inconcebible? Esta fotografía es la respuesta.
Uno de los reportajes más en profundidad que publicamos seguía a cinco sanitarios durante los tres meses de estado de alarma en España. Nuestra idea era no solo visitar hospitales y UCI con ellos y ellas, sino también descubrir su ámbito doméstico, su cotidianidad. Esta es la enfermera Lourdes Cereceda, que desde el principio de la pandemia, cuando tuvo contacto con una persona que se contagió, durmió aislada en su casa y no se abrazaba a su hijo. La única solución era esta.
UCI, hospitales de campaña, cementerios, carreteras vacías… Todo eso fue imprescindible para contar la pandemia, pero lo más importante son las personas. Por eso el retrato —como la entrevista— siempre será un género esencial. En diciembre publicamos un trabajo de Carole Alfarah sobre supervivientes de la covid-19 en España. Los vemos y también los escuchamos, porque Alfarah recogió su voz, sus impresiones, sus pensamientos. Los retratos emocionan —se hicieron en un año en que las mascarillas taparon nuestras caras.