Este es el primer capítulo del libro Genocidio del pueblo yazidí (Última línea, 2020), de la reportera Ethel Bonet.
Capítulo 1. Quiénes son los yazidíes
1.1 Los adoradores del “Pavo Real”
Oculto a la vista de los otros, en una hondonada en el valle de Lalish, en el distrito de Shekhan (Nínive, Irak), está situado el santuario de Adi ibn Musafir al-Hakkari, del siglo XII, también conocido como la Meca de los yazidíes. La propia orografía del paisaje ha protegido durante más de nueve siglos este lugar sacro de una de las comunidades étnico-religiosas más antiguas y desconocidas que habita, mayoritariamente, en el norte de Irak.
El templo de Lalish ha servido de refugio de todos aquellos yazidíes víctimas de hostigamiento y persecución por parte de los otomanos, del extinto expresidente Sadam Husein, de grupos fundamentalistas suníes y de organizaciones terroristas como Al Qaeda y más recientemente Estado Islámico.
Poco se conoce de la que es la religión más antigua monoteísta, a cuyo Dios llaman Khoda (él que se creó a sí mismo), y de sus ritos. Por pura ignorancia de sus vecinos árabes, especialmente musulmanes, se asocia a los yazidíes con ser infieles, adoradores del diablo, que temen comer lechuga o lavarse, entre múltiples malinterpretaciones. Rodeado de cierto ocultismo, a veces en sus ritos, más por miedo a la persecución que por lo prohibido, los seguidores del credo yazidí han sido condenados al ostracismo a lo largo de los siglos.
Los constantes éxodos en los dos últimos siglos y una larga historia de acoso y conversiones forzosas han reducido a la comunidad yazidí en Irak a no más de medio millón de almas, lo que representa el 2% en un país de 40 millones de habitantes. Los yazidies viven entre la región autónoma del Kurdistán y las montañas de Sinyar y de Shekhan, ambas en la provincia iraquí de Nínive.
Étnicamente, se asocia a la minoría yazidí con los kurdos, ya que los yazidíes hablan el dialecto kurmanji, uno de los más extendidos entre la población kurda del norte de Irak y del norte de Siria. Los yazidíes se consideran a sí mismos como los kurdos puros, mientras que el resto sucumbió a la conversión al islam con las campañas de islamización a partir del siglo VII.
En cuanto a la etimología de la palabra yazidí, hay teorías dispares. Algunos investigadores aseguran que la raíz proviene de palabra persa izid (ángel) o yezdan (Dios), términos recogidos en el Avesta, libro sagrado del zoroastrismo y, por lo tanto, se trataría de una religión ancestral de la antigua Mesopotamia, que se remontaría al año 2000 a.C. De hecho, los yazidíes comparten con el zoroastrismo la veneración a los cuatro elementos —fuego, agua, tierra y aire— y la práctica del dualismo entre el bien y el mal, que no se confrontan sino que se complementan. Otras teorías indican que el término yazidí haría referencia al califa proscrito Omeya Yazid bin Muawiya, que asesinó al imam chií Husein ibn Alí, nieto del profeta Mahoma en Kerbala. Su reinado se hizo tan impopular entre los musulmanes, que se convirtió en un enemigo tanto de chiíes como de suníes. La confusión de relacionar al califa Yazid con el credo yazidí ha llevado, a veces, a considerar esta última como una rama del islam.
No fue hasta el siglo XII cuando el yazidismo reapareció como religión propia, con la influencia del místico sufí Adi ibn Musafir, más conocido como el sheij Adi.
Este asceta musulmán se retiró al valle kurdo de Hakkari (actualmente Lalish), donde construyó una ermita y murió a la edad de 90 años. A pesar de buscar la vida contemplativa, el eremita transformó su lugar de retiro en centro de enseñanza religiosa y de peregrinaje donde acudían miles de fieles que lo seguían. Sheij Adi se convirtió en el reformador del culto yazidí y sus seguidores lo veneran como un ser divino. Muchos yazidíes creen que fue la encarnación del Ángel Pavo Real o (Tausi Melek, en kurdo).
Según la tradición oral, Tausi Melek es el primer arcángel creado de la iluminación de Dios para guiar a los otros seis arcángeles. La cosmología yazidí se basa en el concepto de la “heptada”, de las antiguas religiones mesopotámicas. Cuando Dios creó a Adán con polvo de la tierra, le pidió a sus siete arcángeles que se postraran ante él. Entre las diversas versiones del Génesis yazidí, una dice que el Ángel Pavo Real se negó a inclinarse ante Adán, ya que este había sido creado del polvo y el barro, y él solo debía adorar a Dios. Los yazidíes creen que Dios dejó la Tierra al cuidado de los siete ángeles y les pidió que obedecieran a Adán. Pero Tausi Melek se negó, alegando que Adán fue creado del polvo, y la luz de Dios nunca podía estar a merced del suelo. Él fue expulsado por su desobediencia, pero fue rápidamente reconciliado con Dios, quien respetó su argumento, lo que demostró que él era, de hecho, el ángel más leal de todos.
Para las otras religiones monoteístas, el Ángel Pavo Real es la representación del Ángel Caído. En el islam, por ejemplo, Iblis o Shaitan (Satán), que significa adversario (de Dios), se negó a inclinarse ante Adán por su arrogancia, y Dios lo expulsó de los jardines celestiales y le castigó a arder eternamente en el infierno, convirtiéndose así en el diablo.
Desde el punto de vista del islam, Satán mereció ser condenado por toda la eternidad, y por tanto también lo merecen sus seguidores: los yazidíes.
Paradójicamente, los yazidíes, a los que los musulmanes acusan de ser adoradores del diablo, tienen prohibido pronunciar la palabra Satán.
Tausi Melek también se manifiesta en forma de serpiente o de otros animales. En la entrada del santuario de Lalish hay una imagen esculpida de una serpiente de color negro que lo simboliza. En el cristianismo, en el libro del Génesis, la serpiente encarna al diablo que tienta y engaña a Adán y Eva. En las tradiciones y mitos yazidíes, el Ángel Pavo Real representa la salvación: “Una vez que él vio el dolor y el sufrimiento del mundo, un río de lágrimas salió de los ojos de Tawsi Melek, que llenaron siete vasijas gigantescas. Fue por acción de sus lágrimas que las llamas del infierno quedaron eternamente extinguidas”.
1.2. Las reformas del Sheij Adi
El Sheij Adi introdujo con sus reformas que ningún yazidí pudiera convertirse a otra religión y que una persona de otra religión no pudiera convertirse al yazidismo. Este místico reformista introdujo también el sistema de castas yazidí.
Los pir son la élite religiosa y los líderes de los yazidíes pertenecen a la casta sheij. De esta casta sale el líder supremo, que es Baba Sheij, y bajo su autoridad está el Mir (príncipe) de Shekhan (por la región donde se encuentra Lalish). El resto de los yazidíes ordinarios pertenece a la casta murid. El Sheij Adi, que fue un sufí, estableció también la casta de los faqir. A diferencia de las otras castas, nadie nace un faqir, sino que es una elección personal.
El historiador yazidí Loqman Sulayman, al que encontré en el centro religioso de Lalish, me explicó, durante mi visita a la “meca” yazidí, que a los faqir no se les permite cortarse la barba ni consumir alcohol. Son como una especie de ascetas que consagran su vida al rezo y practican el ayuno. Una de sus obligaciones es cuidar de las telas sagradas de la tumba del Sheij Adi y de los escritos del santo sufí. Además, a los faqir se les permite vestir como el Sheij Adi: con una túnica de lana negra y un cinturón rojo de cuerda trenzada.
Por el sistema de castas, un yazidí sólo puede casarse con alguien de su misma ralea. El conocimiento, es decir, la lectura y la escritura, siempre había estado reservado para unos pocos. Pero ahora las cosas han cambiado y el Gobierno iraquí exige a los yazidíes tener la enseñanza general obligatoria. Tan importante es la figura del jeque Adi para los yazidíes, que lo mencionan a menudo en sus oraciones y rituales y lo elevan a la posición de Tausi Melek, que está solo por detrás de Dios.
Después de su muerte, el jeque Adi fue enterrado en Lalish, donde se levantó el santuario más sagrado de los yazidíes, representado con tres cúpulas cónicas. Sobre la tumba del Adi hay una inscripción del Corán: Ayat al-Kursi (versículo del Trono). A pesar de que se le considera el reformador del yazidismo, el Sheij Adi concilió su credo con el islam. También fue un gran admirador de la figura de Jesús. Los yazidíes reconocen que Jesús es uno de los grandes profetas enviados a la Tierra por Tausi Melek. En las leyendas orales yazidíes hay una historia que cuenta que cómo Tausi Melek retiró la piedra que bloqueaba el sepulcro de Cristo. El nombre de Jesús se repite incluso en algunos de sus rezos.
Peregrinos de todo Irak y otras partes del mundo vienen a visitar la tumba del Sheij Adi y a recibir sus bendiciones. Al menos una vez en la vida, los yazidíes tienen que hacer una peregrinación a Lalish de seis días. Los peregrinos y visitantes tienen que caminar descalzos por todo el recinto del santuario porque la tierra es sagrada y no se debe contaminar con los zapatos sucios. En cada piedra, imagen y jirón de tela anudado se esconde un simbolismo sagrado.
Al acceder al santuario del sheij Adi, no se debe pisar el escalón de la puerta. Los peregrinos dan varias vueltas alrededor de la tumba del venerado santo yazidí y recitan unas plegarias mientras anudan uno de los pañuelos colgados alrededor de las columnas del templo. Después del cámara funerario se baja a una cueva donde hay una roca de la que emana agua que proviene de la fuente sagrada de Zamzam, en la Meca. Las leyendas populares cuentan que el Sheij Adi, en una discusión con unos sufíes musulmanes, dio un golpe a esa roca y el agua mágicamente comenzó a fluir de ella. Al fondo, en la última estancia del templo, están las barricas donde se guarda la nafta con la que se untan las mechas de las 365 lámparas de aceite que se encienden cada día antes de la hora del crepúsculo.
Fuera del santuario está la Fuente Blanca, que se llama así porque su agua permaneció limpia y clara durante el Diluvio Universal. En esta fuente sacra es donde se bautizan a los niños o bien se recoge el agua en garrafas y se lleva fuera de Lalish para usarla en los bautizos.
Los yazidíes deben rezar cinco veces al día, pero a menudo lo hacen solo a la salida y la puesta del sol, y siempre con la cara girada hacia el sol durante su oración, tal y como enseñó Tausi Melek a Adán. El día santo es el miércoles, cuando el Ángel Pavo Real descendió a la Tierra para detener los terremotos y cubrirla con los siete colores del arcoíris, dotándola de flora y fauna.
1.3. El yazidismo, una religión ecléctica
Con más de 5000 años de antigüedad, el yazidismo ha sobrevivido y se ha adaptado a los tiempos, constituyéndose como una religión ecléctica que combina elementos culturales y doctrinas filosóficas y religiosas distintas.
Por ese motivo, explica Zaid Khenechelaoui, su sincretismo religioso ha provocado que el islam más ortodoxo considere al yazidismo como un credo. Los yazidíes celebran el rito del bautismo, practican la circuncisión y cumplen con el precepto del ayuno. En sus liturgias beben vino y celebran la Fiesta del Sacrificio, que conmemora cuando Abraham intentó sacrificar a su hijo Ismael pero después lo sustituyó con una oveja. Al igual que los musulmanes, los yazidíes sacrifican un cordero, pero en lugar de degollar al animal mirando hacia la Meca, lo ponen en dirección al santuario de Lalish.
Cuando alguien muere es sepultado y se coloca el cuerpo con las manos cruzadas. Una de sus tradiciones más antiguas es la creencia en la reencarnación, que tiene sus orígenes en la India. Algunos teóricos afirman que el yazidismo podría haber nacido en la India. Según sus tradiciones orales, los yazidíes fueron la primera raza humana sobre la tierra y vivían en el Jardín del Edén, que se emplazaría en la zona donde se encuentra hoy el recinto religioso de Lalish. Después llegó el Diluvio Universal y el pueblo yazidí se dispersó entre el Norte de África, Afganistán y la India. Y hace 4.000 regresaron, de nuevo, al norte de Irak para ayudar a crear las civilizaciones de Sumeria y Asiria.
Los yazidíes creen que se seguirán reencarnando hasta alcanzar la pureza de alma. Solo entonces se les permitirá entrar en un reino celestial y vivir allí durante una eternidad. En cambio, si el alma de un yazidí se vuelve muy impura por las malas acciones que realiza mientras está en la tierra, es obligada a reencarnarse en el cuerpo de una persona que procesa otra religión diferente, como el islam. El mayor castigo para un yazidí es ser expulsado de su religión.
El culto yazidí tiene tres celebraciones religiosas anuales. La festividad más importante es la “fiesta de la Asamblea”, durante la cual se celebra el encuentro con los siete arcángeles. Dura siete días. Aunque Tausi Melek es el gobernante eterno de la Tierra, durante el Año Nuevo yazidí él designa a uno de los otros seis arcángeles para que lo represente como gobernante durante el año siguiente, de modo que siempre habrá un guía y un protector en la Tierra. Durante esta festividad, que se celebra a principios de octubre, los yazidíes hacen una peregrinación a Lalish para visitar el mausoleo de Sheij Adi.
La segunda celebración importante es la llegada del Año Nuevo yazidí, que se conmemora el primer miércoles de Nisan (mes de abril). Se trata de una fiesta de la primavera en la que los yazidíes decoran huevos con los colores del arcoíris para venerar a Tausi Melek en su forma de pavo real.
A mediados del mes de febrero, los faqir, considerados como una especie de santos, realizan un ayuno de cuarenta días y tras finalizarlo se celebra la Fiesta del Sacrificio.
Los yazidíes creen que la sangre de la oveja sacrificada sirve para lavar los pecados. Esta celebración tiene mucha similitud con el sagrado mes de ayuno del Ramadán y el Eid al Adha (fiesta del Cordero), por la que se conmemora el sacrificio de Abraham.
1.4. De la tradición oral a los libros sagrados
La fe yazidí ha sido transmitida y adaptada a través de las generaciones por vía oral, con himnos conocidos como qawls, desde hace al menos 4000 años.
Los yazidíes no reclaman tener un libro revelado, como el caso de los judíos con la Torá, de los cristianos con los Evangelios y de los musulmanes con el Corán. Sin embargo, aun no siendo considerados como parte de las Gentes del Libro, los yazidíes tienen sus libros sagrados.
Durante siglos, el conocimiento estuvo reservado a unos pocos. Únicamente estaba permitido a tres altos religiosos, conocidos como Pish-Imam, leer y conocer los textos sagrados yazidíes. Dos Pish-Imam estaban en Irak y otro en Turquía. A causa de este monopolio del conocimiento, el dogma yazidi es flexible y en ocasiones sujeto a objeciones.
No fue hasta finales del siglo XIX cuando aparecieron los primeros textos escritos sobre la fe yazidí. Esencialmente, tienen dos libros sagrados: el Kitab al-Jilwa o el Libro de la Revelación; Mishefa Reş o Libro Negro. Ambos manuscritos se publicaron en la segunda década del siglo XIX, pero eran falsificaciones escritas por viajeros no yazidíes occidentales, que quedaron fascinados por la religión yazidí en sus viajes a Oriente Medio. No obstante, como explica Sulayman, el material que contienen los libros son las tradiciones auténticas de los yazidíes, y los textos verdaderos llegaron a existir en algún momento.
El Libro de la Revelación es un texto de unas ocho páginas que permanece oculto a los ojos de los no creyentes. Sus enseñanzas se trasmiten oralmente.
“Reciba lo que he dictado (Tausi Melek), y no lo lleve delante de los que están fuera, judíos, cristianos, musulmanes y otros; porque no conocen la naturaleza de mi enseñanza. No entregue mis libros, no sea que los modifique sin su conocimiento. Aprenda de memoria la mayor parte de ellos, para que no se alteren”.
Las páginas no están numeradas, pero al pie de cada una de ellas está escrita la letra con la que comienza la página siguiente. Esta obra se le atribuye al Sheij Adi. El texto presenta a Tausi Melek como un mesías, enviado por Dios a la Tierra para enseñar el camino recto al pueblo yazidí. Tausi Melek asigna responsabilidades, bendiciones y desgracias.
El Libro Negro, atribuido a Hasan Al Bashi en el siglo XIV, contiene varios relatos referentes a la creación del mundo. Hay un pasaje que describe a los Siete Grandes Ángeles y asocia su creación con los siete días de la Creación. El texto de la creación (Génesis) habla de una perla primordial que existió mucho antes de que hubiera algún signo de vida. Durante 40.000 años esa perla se sentó sobre un ave primordial. En un único gesto de creación, Dios hizo que la perla explotara, algo equivalente a la teoría del Big Bang. La perla saltó en pedazos en seis direcciones y se creó el Universo. Después Dios creó a Tausi Melek de su propia iluminación, que a su vez se dividió en los otros seis Grandes Ángeles, que después crearon el mundo, y de aquí vienen los siete días de la creación. El domingo es el primer día del Génesis yazidi, cuando Dios creó a Tausi Melek, y el sábado, el día de finalización y descanso.
Existe una clara analogía con el génesis de la Biblia y el Corán, donde también el mundo fue creado en seis días y el séptimo Dios descansó.