Esta es la historia de diez jóvenes que migraron solos a España. La periodista Sara Montesinos y el fotógrafo Martí Albesa publican Solo vivir (Editorial Milenio, en castellano; Pagès Editors, en catalán), un libro de literatura juvenil que busca convertirse en herramienta pedagógica.
Montesinos y Albesa, autores también de la serie documental 18+1, entrevistan a diez jóvenes y exploran sus vidas a través de diez relatos de rutas, futuros y esperanzas.
Este es un adelanto editorial de Solo vivir.
¡Voy!
Jenifra, 22:50
“Amina, ¿cómo estás? Hoy por fin he hablado con mamá… Ha sido un poco duro, la verdad. Creo que tiene claro que no había otra opción, pero aun así no lo ha encajado demasiado bien. Me ha costado mucho atreverme, pero cuando la he visto entrar por la puerta diciéndome que había comprado mis galletas preferidas, no me he podido contener.
La he hecho sentarse en el sofá y le he contado que las últimas notas son bastante buenas, que solo me falta saber un par de resultados más y habré acabado el bachillerato. Ahí ya se ha puesto nerviosa. Le he confesado que no veía muy claro qué oportunidades tenía en la ciudad ni qué futuro quería construir en Jenifra. Entonces, me ha preguntado directamente si quería ir contigo y he asentido con la cabeza. Pobrecita, Amina, ha llorado mucho. La verdad es que duda de que tenga las mismas oportunidades que tú, yo llegaría con los dieciocho cumplidos y dicen que la situación de los mayores de edad es distinta.
Al final me ha dicho que me entendía y que no tenía más remedio que respetarlo y rezar para que todo saliera bien. O sea, ¡que voy! Todavía me estoy haciendo a la idea. Me da un poco de miedo el viaje y no tengo claro qué pasos he de seguir, solo pienso que si tú estás allí, ¡yo también puedo hacerlo!
Por cierto, ¿cómo estás? ¿Qué tal en el centro ese? ¿Crees que me dejarán entrar cuando llegue? ¿Qué tal el idioma, es difícil el castellano? ¿Estás aprendiéndolo? Dime algo cuando me contestes, ¡a ver cómo suena!
Bueno, te dejo, voy a dormir, un beso, te quiero”.
Jenifra, 17:43
“¡Amina! Hola, ¿qué tal? ¿Cómo estás? Aquí todo sigue un poco igual, pero… ¡ya tengo el título de bachillerato! ¡Por fin! Nos lo han entregado hoy y me he emocionado un poco pensando que te habría gustado estar aquí y vernos a todos y todas recoger uno a uno los diplomas con nuestros nombres. Ha sido realmente bonito, quizá un poco triste, porque ahora no sabemos dónde irá cada uno, y lo más probable es que nos perdamos la pista, pero hemos prometido volver a vernos. ¿Tú qué tal vas? ¿Cómo está Aziz? ¿Podéis veros de vez en cuando?
Ahora que tengo el título, pronto empezaré a pensar en moverme. He intentado tantear en mi entorno para saber si alguien tenía intención de marcharse, pero de momento no sé de nadie. También recopilo información, tanto la tuya como la de hermanos de otros que ya han llegado. He oído que hay chicos que hacen risky; ya sé que tú no lo hiciste, pero parece que es muy habitual, aunque no entre las chicas. Se hace sobre todo en Tánger, Ceuta y Melilla, y se trata de colarse entre los camiones que suben a los ferris. En realidad parece una locura, es muy peligroso, muy pocos pasan, y muchos chicos han muerto intentándolo. En cualquier caso, la barca tampoco parece demasiado agradable, aunque supongo que el hecho de ir con más gente anima más.
Bueno, sea como sea lo primero que tengo que hacer es ir a Tánger, y allí ya veremos. Probaré el contacto del chico aquel que me pasaste, veré si todavía aloja a jóvenes en esa casa. Seguramente vaya en autobús. Todavía no sé si tengo que llevarme muchas cosas. Se me hace muy cuesta arriba pensar en hacer la maleta, la verdad.
Veo que enviarte estas notas de voz me ayuda; además de comunicarnos, me hace verbalizar sentimientos que no puedo compartir ni con mamá, así que si te parece bien, seguiré haciéndolo. Te dejo. ¡Ya me dirás qué tal te va!”.
Jenifra, 9:38
“¡Eh! Ya estoy en el autobús. Estoy muy nerviosa y un poco triste. La despedida ha sido muy dura, le he dicho adiós a mamá hasta vete a saber cuándo, y me he puesto tan triste que incluso he llorado delante de ella. Me ha preguntado si estaba segura de la decisión que he tomado y, aunque se me pasan muchas cosas por la cabeza, creo que estoy haciendo lo que debo. Este tiempo sin ti también ha sido muy difícil para mí, Amina, y sabiendo que todo te va tan bien, creo que tengo que seguir tus pasos. Ahora no tengo muchas ganas de hablar, solo quería decirte que he salido y que espero verte muy pronto. Un abrazo”.
Tánger, 20:17
“Hace dos días que estoy en Tánger. Qué ciudad tan rara. He tenido muchas horas libres para pasear e intentar conocer estas calles, aunque no me gustaría pasar muchos días más aquí. Ayer estuve en la medina [barrio antiguo], entré por la puerta que mira al mar. ¿Tú la viste? Justo allí, entrando y girando hacia la derecha, hay unas escaleritas que dan a una especie de mirador con unos bancos de piedra. Me senté un buen rato allí. Ostras, Amina, parece que el viaje todavía no ha empezado y ya estoy temblando de miedo… ¿Cómo lo hiciste? Empiezo a pensar que fue un error no ir contigo cuando me lo propusiste.
Pienso a menudo en aquel día. Me enfadé mucho, yo tenía que acabar el bachillerato y tú ya tenías prisa por irte. Ojalá me hubieras esperado. Entiendo que quisieras llegar siendo menor de edad, ya sé que dicen que es mejor, pero no sé si podré enfrentarme a esto sola. Te echo de menos. Te echo mucho de menos y no sé si soy tan fuerte. También pienso en Aziz y en cuánto debió de uniros hacer este viaje juntos. Qué suerte tuvisteis en realidad.
Aquí, en Tánger, veo a muchos chicos que también quieren llegar a España, pero están en peores condiciones que yo. Viven en la calle y no tienen dónde lavarse o dormir. Van sucios y algunos tienen la mirada perdida y triste. Aquí también hay consumo de cola, y aunque no les digo nada, los miro mucho. Ya sabes lo que he pensado siempre de la cola, pero dicen que quita el hambre y a veces puedo llegar a entender que estos chicos la necesiten para huir de su realidad.
Yo por lo menos conseguí que aquel contacto me dejara pasar unos días en la casa. Duermo bajo techo, hay una ducha y me siento relativamente segura. Además he conocido a tres chicas en la casa. Son menores y tengo un poco la sensación de ser demasiado mayor. Pero me gusta sentirme acompañada por las noches, y la complicidad entre nosotras también me ayuda mucho. No hablamos mucho, pero somos conscientes de que nuestro viaje es distinto al de los chicos desde el día que decidimos irnos.
Espero activar pronto el tema de la barca, en realidad creía que todo sería bastante más clandestino, pero parece que en esta ciudad es costumbre ver a la gente pasar. Te mantengo informada, ¡te quiero!”.
Algeciras, 12:08
“Amina, estoy bien, bueno, estoy viva. Creo que nunca había pasado tantísimo miedo. Ay, Dios mío, no sé cómo he aguantado. He llorado tanto, Amina, he llorado tantísimo… Éramos cuarenta personas, y no creo que esas barcas estén preparadas para más de diez. Había niños, niñas, bebés y mujeres embarazadas. Qué horror, qué miedo. Hemos estado en el agua más de veinte horas. No teníamos comida, tampoco agua, y no podíamos hacer nuestras necesidades en ninguna parte. Qué horror, mirase donde mirase solo veía el azul del mar, bajaba la mirada y pensaba que me moría. ¿No es así? ¿Y si me hubiera caído? Estaría muerta. No volvería a verte nunca y mi cuerpo se quedaría en el fondo del mar con todos los que dicen que ya hay. Amina, qué miedo, me tiembla la mano con la que sujeto el móvil. Ahora entiendo cuando me contabas lo mal que lo habías pasado.
Cuando he visto llegar el barco naranja, me ha venido a la mente tu cara. Los he visto y he pensado “ya está, se acabó”. Después me he enterado de que era Salvamento Marítimo, son como los bomberos del agua, o eso dicen. Nos han gritado en francés y nos han pedido que no nos pusiéramos nerviosas, que pasaríamos de una en una a su barco, y que ya se había acabado, que no pasaba nada. Vestían unos monos de color blanco de los pies a la cabeza, y llevaban gafas de sol y una especie de máscara. Es raro porque no les he podido ver la cara, y siento un profundo agradecimiento a personas que jamás reconocería por la calle. Un hombre me ha cogido del brazo y me ha subido al barco naranja, y cuando he pisado el suelo metálico duro me he echado a llorar todo lo que no había llorado durante el viaje. Ya está, ahora sí, se acabó.
Estuve justo una semana en Tánger, dos días después de la última nota que te envié ya había encontrado un contacto que gestionaba barcas. Sin embargo aquel hombre nos dijo que todavía tendríamos que esperar tres o cuatro días más, que quería llenar la barca y asegurarse de que todo el mundo pagara. ¿Recuerdas la pizzería donde empecé a trabajar cuando todavía estabas allí? En la que me hacían ponerme ese delantal tan feo que te hacía tanta gracia. Pues seguía trabajando allí hasta pocos días antes de irme. Si supieran que ese dinero me ha ayudado a pagar este viaje… El hombre de la barca me pedía un millón, ¡un millón! O mil euros, que dirían aquí. Recordaba que tú habías pagado ochocientos y traté de convencerlo para poder subir por un poco menos, pero se enfadó y me dijo que si quería subir ya sabía cuánto tenía que pagar. Me puse tan tensa que acepté pagar lo que él decía.
Tres días más tarde, de madrugada, una furgoneta nos recogió en la casa y nos llevó a una playa. No estaba a más de tres cuartos de hora en coche, pero no tengo ni la menor idea de dónde salimos. Fui con una mochila, dejé la otra bolsa en la casa, porque ya nos habían dicho que no podríamos subirla. Envolví con plástico el poco dinero que me quedaba en una bolsa, y también metí el móvil. Lo até todo junto con un cordel y me lo colgué del cuello por debajo de la ropa. Al llegar a la playa vimos la barca; estaba oscuro y no se oía nada. Me quedé quieta unos segundos observando el mar. Era la primera vez que lo veía, y sentí que no era justo que nos conociéramos así. Había visto miles de fotos de playas y mares azules y limpios, pero esa noche me amenazaba desde la oscuridad.
Todo el mundo estaba en silencio. Recuerdo mirar hacia atrás y ver dos o tres casitas, y también un local que tenía pinta de ser un restaurante durante el día. Entonces oí un gato maullar, y al otro lado vi que había más de uno y que roían las sobras del día anterior en una montaña de basura. Levanté la cabeza sin saber qué buscaba, pero extrañada por la normalidad de todo aquello, y vi llegar otra furgoneta. Cada vez había más gente. Todos seguíamos en silencio, hasta que el hombre al que yo había pagado nos llamó para que nos acercáramos a la barca. Las chicas y yo nos cogimos de la mano y nos miramos con una sonrisa forzada de complicidad a pesar del miedo.
Subieron primero ellas, después yo. El suelo de la barca era de madera, pero estaba húmedo y se balanceaba con las olas que llegaban a la orilla. Tuvimos que sentarnos ordenadas simétricamente para no desequilibrar la balsa, y conseguimos mantenernos juntas. Me pareció que estuvimos allí sentadas una eternidad esperando a que el resto acabara de subir, pero a pesar del silencio, creo que fue muy rápido. Cuando ya estábamos todos montados, un motor empezó a hacer un ruido que yo no había oído nunca, y notamos que alguien empujaba. En pocos minutos, la niebla ocultó la playa y la oscuridad nos envolvió por completo.
Ahora estoy en Algeciras, nos han llevado a lo que supongo que es una comisaría pequeña, porque está llena de policías; dicen que enseguida nos trasladarán a otro sitio. Estoy muy cansada, te diré algo pronto, espero que estés bien, dale un abrazo a Aziz. Estoy viva”.
Sevilla, 11:55
“Amina, hace días que no te digo nada, me ha costado mucho volver a encontrar un cargador de móvil. Nos han llevado a una casa, la llaman centro, y está llena de chicas jóvenes como yo, y más pequeñas aún. Creo que es para menores de edad, yo les he dicho que también lo soy y todavía no tienen mi documentación. Era eso o dormir en la calle; no creo que sea tan malo decir mentiras en situaciones como esta. He mirado el mapa y estoy en una ciudad que se llama Sevilla, veo que todavía está muy lejos de Girona, así que tengo que volver a armarme de paciencia y pensar en un plan que funcione para ir del centro de Sevilla a allá donde estés.
Se me ha pasado un poco el susto de la barca, pero no estoy segura de si es porque no me queda más remedio que dejarme de historias para seguir adelante, o realmente lo he normalizado al llegar al centro y ver que tantísimas chicas y niñas han pasado por lo mismo. Espero poder dejar ese recuerdo en una cajita bien guardado y pensar en ello más adelante. Me pregunto si tú ya has podido hacerlo.
Aquí nos han dado algo de ropa, y la verdad es que después de Tánger y el trayecto en barca, me han venido bien estos días de comer y dormir más tranquila. Además, las chicas con las que viajo también están conmigo, y eso lo hace todo más fácil. Ellas también quieren irse de aquí, así que pronto sabremos cómo hacerlo. Ya te iré diciendo, espero que estés bien, te echo de menos”.
Sevilla, 12:03
“Amina, te envío una nota muy rápida, teníamos un rato libre para salir a pasear, nos hemos llevado las mochilas y hemos decidido hacer autostop. ¡Qué nervios! No lo he hecho nunca. En Marruecos sería impensable, ¿verdad? Te dejo, no quiero gastar batería. ¡Hasta pronto!”.
Jaén, 20:23
“Hola, Amina, soy yo otra vez. Poco después de la última nota, nos han recogido unos hombres que iban en furgoneta, nos han dejado en Córdoba, y allí hemos esperado en una carretera secundaria. Dos horas más tarde ha parado una mujer española. Nos ha preguntado a dónde íbamos, nos ha hecho subir y nos ha dicho que nos podía acercar un poco. No del todo, claro. Mientras iba en coche, después de dormir un rato, he mirado el mapa y veo que estamos a más de mil kilómetros de distancia. En un trayecto directo tardaríamos poco más de diez horas, pero no sé cuántos días estaremos de vehículo en vehículo. Esta mujer ha sido muy amable y nos ha tratado muy bien. Nos ha dicho que éramos muy valientes al hacer lo que hacíamos, y que le gustaría que pudiéramos viajar de una manera tranquila y legal, sin tener que pasar por tantas situaciones peligrosas. Nos ha preguntado por qué habíamos elegido España, y le he contado que mi hermana gemela llegó hace tiempo y que después del bachillerato había decidido venir a buscarte. Ahora te lo cuento rápido, pero la conversación ha sido bastante larga gracias al traductor de Google. Pronto nos dejará en un pueblo que se llama Tomelloso, creo que es pequeño, por lo que veo en el móvil. Ella venía hasta aquí, así que pararemos y seguiremos esperando. Espero que estés bien, cuéntame cómo va la vida en el centro, ¡te mando un abrazo enorme!”.
Valencia, 03:31
“Ey, ¿cómo estás? Estoy muy cansada, Amina… Ya estamos en Valencia. Parece que esto no acaba nunca, pero cada vez estamos más cerca. Estoy un poco triste, todavía no he hablado con mamá, y la echo de menos. Le hice prometer que no intentaría ponerse en contacto conmigo hasta un mes después de marcharme de casa. No sabía a qué me enfrentaría, ni tampoco estaba segura de ser capaz de mentirle y decirle que todo iba bien. Supongo que a ti te pasó lo mismo, tardamos tres semanas en saber que estabas bien y asentada. Pero se me hace raro.
Llegar a Valencia ha sido más complicado. Nos había recogido un hombre que después de un rato conduciendo ha empezado a comportarse de forma rara, y yo, que estoy poco acostumbrada a estas cosas, he notado que se estaba insinuando. Al principio me he asustado muchísimo, ya sabes que las tres chicas con las que viajo son más jóvenes que yo, y eso hace que en cierto modo me preocupe por ellas, por ser la mayor. Siento una especie de responsabilidad enorme de que lleguen sanas y salvas a Girona. La más pequeña estaba dormida y las otras dos me miraban sin entender nada.
Justo en ese momento he visto un cartel que anunciaba una gasolinera y lo he señalado pidiéndole que nos dejara allí. Con el traductor le he dicho que queríamos parar a descansar y que ya seguiríamos en otro momento. Gracias a Dios no me lo ha discutido y nos hemos quedado en una estación de servicio, donde hemos dormido a turnos un rato más cada una.
Dos horas después hemos conocido a otra mujer que, muy amablemente, nos ha llevado el tramo que quedaba hasta Valencia. Aquí una de las chicas tiene un conocido lejano de su pueblo con el que se ha puesto en contacto, y se ha comprometido a llevarnos a Barcelona. Cuando estemos allí ya quedará menos.
Tengo ganas de verte, Amina. Hasta pronto”.
Barcelona, 11:47
“Por fin, Barcelona. Qué curioso, ¡pocas ciudades del mundo creemos conocer tan bien como esta! Cuando entrábamos a través del caos de vehículos, he recordado el día que Aziz vino a casa y se sentó con nuestro padre a ver el partido. Recuerdo que, en la cocina, mamá me preguntó si te gustaba, y yo callé. Supongo que entendió que si alguien te guardaría el secreto sería tu hermana gemela, pero sonrió ante la evidencia, igual que yo. Desde entonces vino más días a ver partidos, ¡y parecía que incluso a ti te gustara el fútbol! Sonrío pensando que ahora estáis juntos en Girona y que, pase lo que pase, os cuidaréis el uno al otro.
Estoy muy cansada, llevamos todo el día entre coches y gasolineras, durmiendo no más de dos horas seguidas y comiendo poco y mal. Además, creo que necesito una ducha, empiezo a oler mal. He vuelto a mirar el mapa y debemos de estar a una hora y media de Girona, si todo va bien, llegaríamos por la noche, tarde, pero hoy.
Ahora estamos en una estación de tren enorme, hay muchas tiendas y puertas de cristal. Fuera hay una estación de autobuses y todo está lleno de policía, hay muchísimos policías con furgonetas de color azul. Nos hemos alejado un poco: al otro lado de los autobuses y los taxis hay un parque enorme con unas escaleras blancas que dan a una especie de fuente muy grande. Dentro de un rato seguiremos buscando la forma de seguir. ¡Ya queda menos! ¡Ahora sí! ¡Un beso!”.
Girona, 21:12
“Amina… Por fin estoy en Girona. Me había quedado sin batería y ahora he podido cargar el móvil. Hoy no podré verte. Nos han dejado cerca de una comisaría a la que nos han recomendado que fuéramos, y las chicas creían que era lo correcto. Nos han hecho tantas preguntas que ahora me duele muchísimo la cabeza. Dicen que no puedo salir de aquí hasta mañana, que nos llevarán a algún sitio, no sé a dónde. Han puesto unos jergones en el suelo de una sala y nos han dicho que podemos dormir ahí. ¡Tengo tantas ganas de verte, Amina! Creo que no me quedan fuerzas. Espero que sea verdad que mañana nos dejarán salir y podré ir a verte. Les he intentado explicar quién eres y les he dicho que estás aquí, dicen que te buscarán y que intentarán que podamos vernos.
No entiendo por qué tenemos que dormir en el suelo, pero estoy tan cansada que no puedo ni quejarme. ¿Será verdad que después de un año y medio, mañana nos reencontraremos? Inshallah. Te quiero mucho, hermana”.
Girona, 16:45
“Madre, ¿cómo estás? Ha sido difícil, pero como ves, ya estamos juntas. Salimos guapas en la foto, ¿verdad? ¿Y has visto a Aziz? Cada día está mejor, pero cuando no lo está, sigue sonriendo, y eso nos ayuda muchísimo.
Siento no haber podido estar en contacto durante el viaje, pero era difícil tener acceso al móvil y a la batería. Todo ha ido muy bien. En Tánger conocí a unas chicas que han sido compañeras de ruta hasta ahora. La casa donde dormíamos era perfecta y lo de la barca también salió muy bien, ¡fue casi hasta divertido! El mar estaba tranquilo y enseguida nos recogieron los bomberos del agua. Estuvimos unos días en Sevilla, en un centro muy bonito, y después cogimos un autobús a Girona. Todo ha sido más rápido y mejor de lo que imaginaba, y siempre he estado acompañada.
Amina está muy bien, hace poco la han cambiado del centro a un piso. Ella está en el programa de infancia por haber llegado antes. Yo no, pero no te preocupes, estoy bien y me ha acogido una familia muy maja. Pronto podré arreglar los papeles, y aunque sabes que no queremos vivir en Marruecos, nos encantará ir a verte y darte un abrazo algún día.
Aquí en Girona todo el mundo nos trata muy bien, y poco a poco intentaremos construir un futuro con esfuerzo y empeño. No sufras por nosotras, nos lo has enseñado todo. Hablamos pronto, ¡te queremos!”.
—No me mires así, Amina, no podemos contarle la verdad a mamá. No es justo.