Siria ha comenzado esta semana un nuevo capítulo en su historia. Después de más de 13 años de guerra, el régimen de Bashar al Asad cayó el pasado domingo ante la rápida ofensiva llevada a cabo por grupos opositores armados, apoyados por Turquía y encabezados por el islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS). En solo once días, y sin que el Ejército sirio opusiera apenas resistencia ni los grandes aliados de Asad—Irán, Rusia y Hezbolá— intervinieran de forma contundente, los opositores tomaron ciudades como Alepo, avanzaron hacia el sur y llegaron a Damasco, la capital, donde se hicieron con el poder. Asad huyó con su familia a Moscú, donde recibió asilo por “motivos humanitarios”. 

La caída de Asad ha desatado una mezcla de euforia, esperanza e incertidumbre entre la población siria. La cara visible de la operación que acabó con el Gobierno de Asad es Ahmad Al-Sharaa, conocido como Abu Mohammed Al Golani. Es el líder de HTS, el antiguo Frente al-Nusra: esta agrupación fue el brazo de Al Qaeda en Siria, pero se desvinculó del grupo en 2016 y cambió entonces su nombre a Jabhat Fath Al-Sham (JFS). Según Al Golani, ese movimiento respondía a las exigencias de la población local y facilitaba alianzas con otros grupos opositores. Unos meses después, JFS evolucionó de nuevo y creó HTS, que integraba además a otros grupos islamistas. Con un espíritu más pragmático, tras alcanzar Damasco Golani prometió un futuro más moderado, con respeto a las instituciones y a las minorías del país. El encargado de liderar la transición en Siria será un Gobierno interino encabezado por Mohamed Al Bashir, hasta ahora al cargo de una administración local en Idlib de corte islamista. “La agenda de Hayat Tahrir al Sham es puramente islamista, con la sharia como fin. No es lo que están diciendo ahora mismo, pero vamos a ver si esas palabras acaban en hechos o no. Tenemos que esperar”, decía el reportero Mikel Ayestaran en esta charla online desde la capital siria.