Al menos 26 personas han muerto y 17 han resultado heridas en el brutal atentado perpetrado el pasado martes en la zona india de Cachemira, una disputada región que se encuentra actualmente dividida entre India, Pakistán y China. El ataque, reivindicado por el grupo insurgente Frente de Resistencia (TFR por sus siglas en inglés), tuvo lugar en una zona turística de Pahalgam, donde varios hombres armados abrieron fuego contra un grupo de visitantes, se supone que por considerarlos vinculados a agencias de seguridad indias. El suceso, el más grave contra civiles desde los ataques de Bombay en 2008, ha disparado la tensión entre los gobiernos de la India y Pakistán, que han decidido suspender el comercio bilateral y los visados. 

El atentado ha tenido un impacto inmediato en la vida cotidiana y la economía local de Cachemira. Los centros educativos han cerrado y las aerolíneas han programado vuelos adicionales para atender la demanda de turistas que buscan abandonar la región. El ataque provocará que muchas personas dejen de ver a Cachemira como un destino turístico seguro —La región tuvo cerca de 3,5 millones de visitantes en 2024, la mayoría nacionales de la India—. Organizaciones del sector turístico han comenzado a recibir cancelaciones para la temporada alta de verano, aunque algunos operadores insisten en que seguirán promoviendo el valle como destino.