
Sin previo aviso y dejando un reguero de víctimas, Israel rompió en la madrugada del martes el alto el fuego en Gaza con una oleada de bombardeos que causaron la muerte de más de 400 personas. La mayoría de las víctimas fueron mujeres y niños —ese día quedó registrado como el más letal para la infancia en el último año, con más de 130 menores fallecidos—. Tras este ataque, Israel expandió su ofensiva en Gaza con la reanudación de operaciones terrestres en el centro de la Franja, retomando parte del corredor Netzarim, que divide el territorio y restringe el movimiento de la población. Pero esto solo es el “primer paso”, advirtió el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, que aseguró que las operaciones se intensificarán en los próximos días y obligarán a desplazar a la población civil de “las zonas de combate”
La reactivación de la guerra ha agravado la terrible crisis humanitaria que sufren los gazatíes, sin acceso a ayuda básica como alimentos, agua y combustible. Un bloqueo total que también dificulta la llegada de suministros médicos, lo que hace que el personal sanitario de la Franja se encuentre con numerosas dificultades para atender a los heridos. Esto explica Alberto Arce en el ensayo que publicamos en 5W esta semana: “En esta desigual guerra de posiciones estancadas, pocos dudan sobre la amplitud de la voluntad política del actual Gobierno de Israel. A corto plazo, destruir a Hamás, sí, pero también, a largo plazo, expulsar a los gazatíes de su lugar en el mundo”. Y añade: “Por primera vez en décadas, Israel cuenta con un apoyo fundamental, suficiente y necesario, explícito, para convertir sus deseos en planes y sus planes en hechos: el nuevo Estados Unidos dirigido por Donald Trump no va a mover un dedo para matizar el deseo israelí.”
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