El miércoles el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunió de emergencia para evaluar la situación en el este de la República Democrática del Congo, donde la guerra no se detiene. Advirtieron de que la extensión territorial del conflicto pone en riesgo la seguridad de toda la región de los Grandes Lagos.

El motivo es que, tras conquistar la ciudad de Goma, en la región congoleña de Kivu Norte, el grupo rebelde tutsi M23, que cuenta con apoyo de Ruanda, avanzó hacia el sur y conquistó la ciudad de Bukavu, capital de Kivu Sur, lo cual, sobre el papel, le permite el control de los dos Kivus, las regiones más ricas en minerales del noreste de Congo. Después de eso ha continuado avanzando y ha tomado la ciudad de Kamanyola, en la triple frontera entre Congo, Ruanda y Burundi. 

La comunidad internacional se muestra preocupada porque tales avances militares ponen en riesgo la unidad territorial del Congo. El Reino Unido ha tomado cartas en el asunto y ha pedido al Gobierno ruandés, dirigido por Paul Kagame, que se retire de la zona. Ruanda guarda un difícil equilibrio: se niega a hacerlo al tiempo que rechaza tener responsabilidad alguna en los enfrentamientos actuales. Argumenta, en todo caso, que la defensa de su propia seguridad está en juego, y que cualquier solución debe ser exclusivamente africana. 

Detrás de esta guerra no hay un enfrentamiento étnico sino la codicia; la pelea por el control de minas de las que se extrae oro, cobalto y coltán entre otros recursos, como nos recordó nuestro compañero Xavier Aldekoa en un ensayo publicado en la web de 5W. 

Los próximos pasos que dé la milicia M23, así como la reacción del gobierno congoleño y de sus aliados, dirán si la región se embarca hacia una extensión del conflicto o si la violencia se apagará.