El presidente ruso, Vladímir Putin, ha asegurado esta semana que está dispuesto a reunirse con el presidente electo estadounidense, Donald Trump, y listo para negociar acuerdos sobre temas estratégicos para ambos, como la guerra en Ucrania. En su rueda de prensa de fin de año, Putin afirmó que su Ejército avanza hacia la consecución de sus “objetivos principales” en Ucrania. Sobre el terreno, sin embargo, Moscú reconoció el jueves haber sufrido daños en una fábrica química de Rostov, en el sur del país, por un ataque ucraniano con misiles de largo alcance de fabricación estadounidense y británica. Las represalias no se hicieron esperar: este viernes las fuerzas rusas lanzaron un ataque con misiles contra Kiev que dejó al menos un muerto y daños significativos en varios distritos de la capital ucraniana. 

Esta misma semana, el Kremlin sufrió un revés con el asesinato en Moscú de Igor Kirillov, comandante de las tropas de defensa radiológica, química y biológica de las Fuerzas Armadas Rusas. El militar falleció en una explosión frente a su domicilio en la capital rusa el martes. Según los investigadores, una bomba colocada en un patinete eléctrico situado junto a la entrada del edificio detonó cuando Kirillov salía junto con su ayudante, Ilya Polikarpov, que también murió. Ucrania se atribuyó la autoría del asesinato. El miércoles, las autoridades rusas anunciaron la detención de un ciudadano de Uzbekistán, supuestamente reclutado por los servicios especiales ucranianos, por su presunta responsabilidad en el atentado.