Nos hubiera gustado empezar de otra manera, pero el verano no ha servido para frenar las masacres en una Gaza donde los bombardeos israelíes prosiguen sin tregua. Este fin de semana se cumplen once meses del inicio de la sangrienta ofensiva en respuesta al brutal ataque de Hamás del 7 de octubre, y la situación humanitaria en la Franja va “más allá de lo catastrófico”, según la ONU. Los ataques de Israel han acabado con la vida de más de 40.000 personas, entre ellos miles de niños y niñas, y ha herido a más de 94.000, según datos del Ministerio gazatí de Sanidad. También han devastado un territorio en el que no quedan zonas seguras: hospitales, campos de refugiados y escuelas han sido objetivo de las fuerzas israelíes.  

La suspensión de los servicios sanitarios y las condiciones insalubres en la Franja han hecho resurgir enfermedades olvidadas como la polio, que había sido eliminada de este territorio hace 25 años. El 1 de septiembre arrancó una campaña de vacunación para detener un brote detectado en agosto y evitar la propagación internacional del virus. El objetivo es vacunar a 640.000 niños en dos rondas de inmunización. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), pese a las difíciles condiciones esta semana se ha llevado a cabo con éxito una primera fase de vacunación: en los tres primeros días de campaña se vacunaron más de 187.000 niños y niñas menores de 10 años.

Aunque la atención está en Gaza, la ofensiva israelí va más allá. En Cisjordania, los ataques de colonos apoyados por las fuerzas de seguridad de Israel se han multiplicado desde el 7 de octubre. Un informe publicado por Crisis Group esta semana revela que en los últimos once meses se han registrado más de 1.000 incidentes violentos por parte de colonos, con el resultado de más de 1.300 ciudadanos palestinos obligados a desplazarse. A esto se suman las incursiones del Ejército israelí. Este viernes, los militares y fuerzas de seguridad de Israel se retiraron de la ciudad de Yenín, en el norte de Cisjordania, tras diez días de operaciones. También hubo redadas en Tulkarem y Tubas, incluidos sus campamentos de refugiados, en el marco, según Tel Aviv, de una “operación antiterrorista” a gran escala, la mayor en la zona en más de dos décadas. La incursión dejó cerca de 40 muertos, incluidos varios menores, y unos 150 heridos.