Cuando se desataron las primeras protestas contra Bashar al Asad, justo hace catorce años, cruzó la frontera sin el permiso del régimen para fotografiarlas. Cuando cayó la dictadura, en diciembre de 2024, estaba en el noreste de Siria, en las zonas dominadas por las fuerzas kurdas, para contar la actualidad desde otro ángulo. Entre una y otra fecha, pisó hospitales bombardeados por el régimen, acompañó a las fuerzas rebeldes en su lucha contra Asad, fue secuestrado por Estado Islámico y se tomó como un reto personal cubrir cómo el grupo yihadista iba perdiendo territorio.
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