“Morir es más sencillo que seguir viviendo guerra tras guerra”, grita al cielo Najah Mohammed, quien a sus 55 años —o quizá alguno más, dejó de contar— huyó descalza, con lo puesto, cuando el techo de su casa empezó a resquebrajarse sobre su familia. Desde Aakbieh, en la periferia de Sidón, llegó a este campamento de refugiados en el norte de Líbano, 150 kilómetros que fue alternando entre recorridos en partes traseras de camionetas y tramos a pie. Con ayuda de otros vecinos, hacía turnos para llevar en brazos a su hija Taghred, con parálisis cerebral. La joven no puede hablar, pero desde aquel lunes en el que llovieron las bombas, su expresión ha perdido emoción y su cuerpo se encoge de miedo cuando oye sonidos fuertes. Nunca pensaron que tras huir de Siria la guerra las alcanzaría también en el Líbano.
Marcado ya con sangre en el calendario de Oriente Medio, el 24 de septiembre fue el día que Najah cogió a sus seis hijos del brazo y dejó su casa. Recuerda las horas de tráfico en la carretera principal de Líbano, que sigue la línea de la costa, y las columnas de humo que les persiguieron en el camino. Tras casi un año de enfrentamientos entre Hezbolá e Israel concentrados en la zona sur, aquella fue la fecha del comienzo de una intensa campaña aérea que llevó la guerra a todo Líbano. Ya hay más de dos mil muertos y más de un millón de personas han sido desplazadas de sus hogares.
Entre todas las comunidades que habitan Líbano, hay una en particular para la cual las crisis se acumulan: los refugiados sirios. Su situación ya era de precariedad e irregularidad, con un número creciente de personas que en los últimos años ha tratado de escapar a través del mar, una ruta peligrosa en la que quedan a merced de las mafias. En los últimos meses, Europa ha pagado a Líbano para cortar esta vía, lo que ha llevado a un aumento de la presión y a la persecución de los sirios en el país. Es por eso que la guerra y este nuevo éxodo ha venido a amplificar una violencia y racismo estructurales. Por ejemplo, los sirios y otros grupos de trabajadores extranjeros no forman parte de los planes de emergencia del Gobierno libanés ante la ofensiva israelí, y se les niega la acogida en la mayoría de escuelas refugio abiertas en todo el país.
Tan crítica es la situación que muchos, incluso, han decidido regresar a Siria.
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