—¡Mira, esta es la maldita paz que nos vende Rusia!
El rugido sale de las entrañas de Igor Khomienko, militar retirado por una enfermedad, mientras enfoca con su teléfono el edificio quemado y bombardeado de Chernígov —150 kilómetros al norte de Kiev y en la delicada intersección entre Rusia, Bielorrusia y Ucrania—, rodeado de escombros, donde asiste con comida y medicamentos a los residentes. Horas atrás, cuando Igor fue contactado desde el exterior de la ciudad —completamente asediada por el Ejército ruso—, el hombre había estallado en agrias carcajadas al escuchar noticias del compromiso ruso, adquirido en las negociaciones de Estambul, de retirarse de esta localidad de 280.000 habitantes, donde 150.000 permanecen atrapados después de que las fuerzas rusas volaran todos los puentes que cruzan el río Desna. Tres días después del acuerdo —que incluía la promesa rusa de reducir “drásticamente” la actividad militar en…
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