La del tren de Libia era una historia que uno escuchaba a menudo, pero que pasaba de forma fugaz porque siempre había un foco más urgente al que apuntar.
Podía ser la guerra de 2011, o la menos conocida de 2014; el enésimo conflicto entre tribus del valle y la montaña, o unas elecciones en un país que hoy cuenta con tres gobiernos.
A Younis le llegaba de forma puntual su salario mensual del servicio de ferrocarril libio, pero nos importaba más su faceta de miliciano que bloquea una planta petrolífera para protestar contra el Gobierno de Trípoli.
¿Qué interés podía tener una línea de ferrocarril en un país ya descarrilado?