Fuera hace sol, pero en la pequeña sala de la calle Marguerites de Puerto Príncipe, la capital de Haití, cerca del Instituto de Bienestar Social e Investigaciones, una extraña pesadumbre domina el ambiente. Sobre un escenario rodeado de público, once niños y niñas se mueven sin cesar. Tienen entre 5 y 9 años. Algunos llevan pantalones cortos y camisetas, otras van con vestidos. Juegan,corren, cantan. Así es la infancia. A veces se pelean; a veces lloran. «Las pandillas nos hicieron huir de nuestras casas», dice uno. «Ni siquiera podemos ir a la escuela», añade otro.
Son los protagonistas de «Teatro contra la violencia» (Teyat kwape vyolans, en criollo haitiano), un espectáculo que deja al público sin palabras. Interpretado por una docena de niños, niñas y adolescentes, la representación pone de manifiesto la realidad de cientos de familias que viven en campamentos de desplazados en la capital haitiana, víctimas de la incesante violencia que opaca las calles de Haití desde hace más de tres años.
El país caribeño está sumido en el caos; las pandillas violentas controlan el 80 % de la capital, según cálculos de la ONU. Como resultado de esa violencia, miles de personas han muerto: solo en los primeros tres meses de este año, cerca de 2.500 personas, entre ellas al menos 82 niños y niñas, perdieron la vida o resultaron heridas. Casi la mitad de ellas fueron alcanzadas por balas durante ataques en sus barrios o choques entre las pandillas y la policía. La violencia ha agravado también el hambre: según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), 4,9 millones de haitianos —casi la mitad de los 11,7 millones de habitantes del país— sufren desnutrición aguda.
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