Amenazas, redadas, desalojos, ataques. La población palestina en Cisjordania nunca ha tenido una vida fácil bajo la ocupación israelí, pero en las últimas semanas la violencia se ha disparado. También los interrogantes. ¿Puede convertirse Cisjordania en el siguiente campo de batalla para Israel? ¿Es un escenario en el que hay que hacer otra lectura política y social? ¿O quizá una que complemente a lo que pasa en Gaza ¿Qué cambios, si los hay, tienen lugar en Cisjordania mientras Gaza es masacrada?
Con una superficie de unos 5.800 kilómetros cuadrados —quince veces más que la Franja de Gaza—, Cisjordania, que incluye Jerusalén Este, tiene unos 3 millones de habitantes. Israel se hizo con el control de este territorio en 1967, durante la Guerra de los Seis Días. En más de medio siglo de ocupación militar, Israel ha consolidado un sistema de control y segregación que discrimina a los ciudadanos palestinos y les priva de numerosos derechos, mientras otorga privilegios y poder a los colonos sionistas. Los asentamientos, pese a ser considerados ilegales por la ONU, se han multiplicado en las últimas décadas. Se calcula que a principios de este año los colonos israelíes en Cisjordania eran más de medio millón, sin incluir más de 200.000 en la zona anexionada de Jerusalén Este.
En este escenario de violencia y opresión, la pérdida articula las vidas de una gran parte de la población palestina: perder tierras, perder casas, perder escuelas, perder libertad, perder la propia vida. Este régimen afecta con especial dureza a niños y jóvenes palestinos, estos últimos a menudo objetivo de colonos y del Ejército israelí.
Sobre este tema ha puesto el foco el fotoperiodista Víctor Cabo Baró, que ha documentado en 2022 y 2023 el impacto de la ocupación israelí sobre los palestinos más jóvenes. Desde muy pequeños «integran la capacidad de sufrir, la dureza de la derrota, las pérdidas constantes, el acoso cotidiano y la falta de libertad, pero también la tenacidad, la madurez y la razón de una resistencia que les da aliento», dice .
Las historias capturadas por el fotoperiodista se sitúan en los territorios ocupados de Cisjordania de norte a sur: desde Massafer Yatta hasta Tulkarem, pasando por Belén, Jerusalén, Ramala, Nablus y otras poblaciones cercanas. Son historias atemporales que hoy cobran un nuevo significado.
Esta es una selección de imágenes, comentadas en primera persona por el propio fotoperiodista, que nos acercan a la cotidianidad de los más jóvenes en un territorio golpeado por la impunidad.
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