Israel es coherente y toma decisiones racionales con arreglo a sus fines y según sus capacidades. La perversidad de ubicar los objetivos de una guerra en el ámbito del deseo radica en que esa guerra puede continuar hasta la saciedad. Como Israel manifiesta la voluntad de destruir a Hamás y eso no parece factible en la práctica sin destruir Gaza, toca el infierno.
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