Hace tiempo que la guerra siria se decide en los despachos de Moscú, Teherán, Washington o Riad, y no en Damasco. Los sirios ponen los muertos (más de 250.000), la destrucción, los desplazados (más de 6 millones) y los refugiados (más de 4,5 millones).
Es una guerra opaca, un agujero negro informativo custodiado por órganos de propaganda de las diferentes partes en conflicto y envuelto por el desconocimiento general que rodea a este país y a su particular sistema político. “Nadie, ni los propio sirios, sabíamos lo que pasaba antes de 2011, ni sabemos lo que pasa desde entonces”, confiesa un periodista de Damasco que pide mantener el anonimato por razones de seguridad.