La escritora Jia Tolentino (Toronto, Canadá, 1988) estaba en tercero de primaria cuando descubrió que la identidad de una persona podía definir el modo en que veía el mundo. La entonces niña estaba jugando a los Power Rangers con su amiga Allison cuando esta le dijo que, si quería continuar, tendría que hacerlo siendo el personaje amarillo [interpretado en la serie de televisión estadounidense por la actriz de origen vietnamita Thuy Trang]. Jia, sentada en el suelo de su habitación rosa con cortinas de lunares del mismo color, tenía otra preferencia cromática pero su amiga no bromeaba: los ojos rasgados heredados de sus padres, migrantes filipinos, no permitían otra opción. Ese día marcó el inicio y el fin de algo. “Había dejado atrás la auténtica inocencia: la habilidad de verme a mí misma como yo quería”, cuenta en su libro Falso espejo: reflexiones sobre el autoengaño, editado en castellano por la editorial Temas de Hoy.
Desde entonces Jia ha tenido muchas vidas. Se crió en una enorme comunidad evangélica en Texas, participó en un reality televisivo adolescente, viajó a Kirguistán como parte de los llamados Peace Corps, se convirtió en editora de las webs Jezebel y The Hairpin, y ahora forma parte de la redacción de la revista The New Yorker. Todos estos capítulos vitales trufan las reflexiones que componen su primer libro, una recopilación de ensayos que abordan las contradicciones personales y colectivas de una generación, la milenial, marcada por el nacimiento de internet, el auge de la cultura pop y la búsqueda incesante de una identidad cada vez más líquida entre el mundo real y el digital. Sus reflexiones han llevado a que varios medios estadounidenses la hayan definido como “la voz de la generación milenial”, aunque ella rechaza este calificativo y sostiene que en ninguna generación debe haber una voz.
La autora explica que estos son los prismas a través de los que ha llegado a conocerse, y que con este libro ha tratado de descomponer sus diferentes refracciones. “Quería ver las cosas como en un espejo. Pero es posible que en lugar de eso haya construido un elaborado mural”.
Su gira de presentación de la edición en castellano se vio interrumpida por la pandemia, y la autora cambió los aviones por conexiones online. De esta manera pudo mantener su participación en el ciclo Primera Persona Indoors organizado por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, y también charlar con 5W desde el confinamiento de su casa en el norte del estado de Nueva York.
La pantalla de Skype arroja un mensaje:
—¡Hola! Ya estoy aquí y preparada para cuando sea.
La escritura como revulsivo en tiempos convulsos
Tolentino escribió Falso espejo entre la primavera de 2017 y el otoño de 2018. Un periodo de tiempo, en sus palabras, “en que la identidad, la cultura, la tecnología, la política y el discurso estadounidenses parecían haberse fusionado hasta formar una insufrible supernova de tensión creciente e interminable”.
Los resultados de las elecciones estadounidenses de 2016, que dieron la presidencia a Donald Trump, fueron el detonante para que la autora se decidiera a poner orden en sus pensamientos. Escribir un libro fue la manera de canalizar ese momento personal de pérdida, inquietud y confusión que ella intuía colectivo. Tolentino imaginaba que habría mucha más gente dando vueltas a las mismas cosas que ella, así que pensó que volcar su frustración en la escritura podría contribuir a la reflexión colectiva. “Era una de mis esperanzas con este libro”.
Cuatro años después y con una nueva cita electoral en el horizonte, poco ha cambiado para ella. “Todavía me siento muy confusa. Estoy más desencantada que nunca con la política, siento que no entiendo nada. No entiendo que estemos viviendo una revolución [en referencia al movimiento Black Lives Matter] en Estados Unidos y se espere que votemos como candidato a Joe Biden, a quien no soporto”.
Esta vez, sin embargo, la frustración no se convertirá en páginas.
“Lo que ha cambiado es que ahora no hay ninguna parte de mí que diga: ‘Estoy confusa, así que voy a escribir otro libro’ [ríe]. Esta vez voy a quedarme con la confusión más tiempo. Voy a dejar que se asiente”.
La generación digital
Le sorprende la repercusión internacional que ha tenido el libro, que en Estados Unidos llegó rápidamente a la lista de los más vendidos y ha sido traducido a varios idiomas —“la verdad, no pensé que nadie fuera de Estados Unidos lo fuera a leer”, dice—, pero lo achaca a una universalidad de ciertos temas que preocupan a la generación milenial.
El arranque de Falso espejo es todo un ejercicio de nostalgia digital. Tolentino recupera el llamado período Web 1.0 que dominaba Geocities y el 2.0 de Blogger o MySpace, bucea en viejas páginas web que ni recordaba haber creado, relee antiguos diarios y blogs, recupera un libro publicado en 1995 que sugería un listado de direcciones online en las que poder leer críticas de películas. Los buscadores como Google o Yahoo aún estaban lejos de ser lo que son, pero la velocidad a la que crecía internet era cada vez mayor. “A medida que más y más gente empezó a registrar su existencia de forma digital, el pasatiempo se convirtió en un imperativo: había que registrarse digitalmente para existir”.
Para ella, el punto de inflexión lo marca un momento que llama la llegada del internet social. “Allí donde antes habíamos sido libres para ser nosotros mismos online, ahora nos sentíamos encadenados a nosotros mismos online, lo cual provocaba que fuésemos autoconscientes”.
Ahora, en plena pandemia de covid-19 y con la actividad digital convertida en el centro de muchas vidas, la autora dice echar de menos hacer algo y no tener que comunicarlo. “Tenemos que mantenernos conectados, escribirnos y preguntar qué has cocinado para cenar, qué has hecho hoy, cómo ha ido tu fin de semana. Y en la vida real simplemente nos veríamos, estaríamos haciendo cosas juntos, iríamos a las manifestaciones. Echo de menos la sensación de hacer algo en privado, la sensación de las proporciones ordinarias de la vida real que son imposibles en internet”.
Tolentino se muestra también descreída con la posibilidad de un viraje en los comportamientos digitales. “Al inicio de la pandemia mucha gente me preguntaba si creía que esta situación haría de internet un lugar más amable, más sensible, más suave. Porque al principio la gente lo estaba siendo. Pero yo no lo creía”.
Cree que cuando el mundo real se encoge, el digital se expande y los estímulos que provocan ambos se mezclan. De esta manera “las emociones sobre las que se sustentan las redes sociales —negatividad, competitividad, superioridad, ira— continúan encontrando su lugar en la primera línea de la manera en que actuamos”.
De la palabra a la acción
“En Estados Unidos hay una gran autoconciencia sobre quién eres, cómo te presentas online ante amigos y extraños”. Argumenta Tolentino que esa autoconciencia cada vez más líquida entre el mundo digital y el real tiene también impactos positivos. El ejemplo más reciente, dice, es demostrar un apoyo a movimientos como el Black Lives Matter (BLM) que vaya más allá de un hashtag. “Es una especie de obligación performativa de internet, pero es algo bueno. Yo quiero que la gente se sienta presionada a donar fondos a BLM”.
También en el libro reflexiona sobre esa dicotomía. “Nuestro mundo —digitalmente mediatizado, consumido por completo por el capitalismo— hace que resulte muy sencillo hablar sobre cuestiones morales, pero muy difícil vivir según principios morales”. Y añade que en la sociedad actual llama mucho más la atención el discurso sobre la justicia que el crear las condiciones necesarias para que esa justicia sea posible.
No es algo nuevo. Las dos opciones llevan tiempo coexistiendo, dice. “Siempre ha habido el compromiso real y la superficie: una versión más reducida que al final no tiene importancia pero que es más sencilla, como cuando se habla de un tema diciendo que las celebrities están hablando sobre eso”.
Explica que escribió sobre ese concepto movida por la impaciencia y la frustración que le generaba que el foco acabara puesto en, por ejemplo, atacar un tipo de lenguaje mientras el verdadero problema quedaba diluido.
En esta línea, Jia Tolentino echa en cara a la izquierda protestar por las injusticias pero no proponer alternativas. “Tenemos que aprender a preguntar, a visualizar, a imaginar y a empezar a crear el mundo que queremos”. Cree, sin embargo, que las cosas están cambiando y que en parte es gracias a la mala gestión de la pandemia. La incompetencia del Gobierno estadounidense, dice, ha hecho que mucha gente se pregunte qué tenemos que construir y cómo hacerlo de la mejor manera.
Con las recientes protestas, añade, la gente no solo rechaza el acto de matar, el asesinato de George Floyd o de Brianna Taylor, sino que pide medidas concretas como cambiar la idea de seguridad, crear una igualdad más significativa, redirigir los presupuestos para la policía hacia la educación. “Es cierto que la oposición al racismo es lo que unifica estas protestas, ¡pero oponerse al racismo es lo mínimo!”.
Esta entrevista nace de una colaboración entre el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona y 5W.