Silencio al otro lado de la línea. Dura unos segundos, esos segundos que tarda el cerebro de un fan en procesar toda la información que tiene almacenada sobre el tema que más controla antes de dar una respuesta lo suficientemente contundente como para demostrar que es un sabio en la materia. Ocurre con el fútbol, pero también con la música o la literatura.
“Parviz Ghelichkhani. El mejor jugador de la historia de Irán es Parviz Ghelichkhani, un centrocampista poderoso que tenía un cañón en cada pierna. Un jugador que nos vendría muy bien en este Mundial para hacer llegar balones a los delanteros”, sentencia Majaeed Panahi, como solo puede sentenciar una persona que no es que respire fútbol, sino los colores del Team Melli, tal y como llaman a su selección los aficionados iraníes.
Panahi está nervioso en las jornadas previas al Mundial en las que Irán es noticia por temas como la decisión de la marca Nike de no proporcionar botas a sus futbolistas por culpa de las sanciones impuestas a la república islámica por el presidente estadounidense, Donald Trump. Es el encargado de una página web en inglés dedicada a la selección nacional que no depende de la Federación y en la que trabaja desde 1996. Una página con comentarios, estadísticas y mucho corazón. La nostalgia por los años dorados de Ghelichkhani se cura cuando se le pregunta por el equipo actual y esa delantera formada por Alireza Jahanbakhsh, Karim Ansarifard y Sardar Azmoun, que durante la fase de clasificación ha demostrado ser letal. Son la punta de lanza de la “legión extranjera”, el grupo de futbolistas iraníes que juegan en ligas extranjeras y que forman la columna vertebral de una selección encuadrada en el grupo B junto a España, Portugal y Marruecos. Jahanbakhsh juega en el AZ Alkmaar holandés y ha marcado 21 goles, con los que se ha convertido en el pichichi de la liga; Ansarifard pertenece al Olympiacos griego y ha anotado 22 goles; y Azmoun ha marcado cinco en el Rubin Kazan ruso. Estos tres futbolistas han logrado que Irán sea el mejor equipo asiático, según la FIFA.
Ghelichkhani jugó durante las décadas de 1960 y 1970 en la liga iraní, hasta que se vio obligado a exiliarse por motivos políticos. Si Jahanbakhsh, Ansarifard y Azmoun han logrado llevar a Irán a una fase final de un Mundial por segunda vez consecutiva, la primera vez en la historia que esto ocurre al Team Melli, de las botas de Ghelichkhani salieron las victorias del combinado nacional en las Copas de Asia de 1968, 1972 y 1976. Un crack que no tendría precio en el mercado actual, pero que en marzo de 1977 jugó su último partido internacional con la selección: debido a su oposición al régimen del sah Reza Pahlevi fue detenido por los servicios de Inteligencia y apartado del Mundial de 1978. Su carrera terminó en las filas del San Jose Earthquakes de la liga estadounidense. Nunca regresó a Irán. A Ghelichkhani no le gustaba el sah, pero tampoco le convenció el sistema implantado por la revolución islámica de 1979, y se exilió en París.
Seleccionador Queiroz
Carlos Queiroz, ex del Manchester United y del Real Madrid, es el entrenador de la selección desde 2011 y una de las personas que más anima a los jugadores a probar aventuras en ligas extranjeras, porque considera que la competición doméstica no tiene gran nivel. “Es un profesional con una complicada relación con las autoridades deportivas del país y con los entrenadores de los principales equipos de la liga. Siempre se queja de que los jugadores iraníes que juegan en Irán no son competitivos y creo que tiene razón”, apunta Panahi, que tiene complicado viajar a Rusia por motivos laborales, pero que no lo descarta del todo.
El preparador físico navarro Josu Sesma sabe a lo que se refiere Queiroz y le da toda la razón. Después de dos décadas de trabajo en Osasuna, Sesma viajó hasta Irán la temporada pasada para ser la mano derecha en los banquillos de Javad Nekounam, ex de Osasuna, excapitán de la selección y uno de los grandes ídolos nacionales. “El futbolista iraní cuida poco la alimentación y el descanso, es un jugador ‘gordito’. Los campos e instalaciones tampoco están a la altura… Podrían ser una potencia porque tienen jugadores con grandes capacidades y lo dan todo en el campo, pero les falta gente dedicada a la formación. Las estrellas de la selección juegan en el extranjero, es cierto, pero lo hacen en ligas menores como la holandesa o griega, y habrá que ver su capacidad de desborde ante defensas como la española y portuguesa”, apunta Sesma, que estos días descansa en Pamplona.
El fútbol en la república islámica ha ocupado los titulares en Occidente por la prohibición que pesa sobre las mujeres para asistir a los campos, no por sus logros deportivos. En Rusia, un país ‘aliado’ en la guerra de Siria -Moscú y Teherán junto al presidente sirio, Bashar al Asad-, no habrá ese problema y las iraníes podrán animar a sus jugadores en directo. “Es una afición muy caliente, porque el fútbol es una de las pocas formas de ocio que tienen y lo dan todo en la grada”, señala el preparador navarro, quien alerta de que “son peligrosos a balón parado, disciplinados y rascan cada balón, serán difíciles de batir”.
La política y la economía no son ajenas al deporte, y menos cuando se trata de Irán. La retirada de Estados Unidos del pacto nuclear con Irán el pasado mayo y el restablecimiento de sanciones ha hecho que Nike, empresa que ofrece las botas a buena parte de los equipos y que también se las proporcionó a Irán en el pasado, no lo haya hecho durante este Mundial. “Las sanciones suponen que, como compañía estadounidense, no podemos ofrecer las botas esta vez a la selección iraní”, dijo Nike en un comunicado.
Dar la campanada y pasar la fase de grupos, algo que Irán nunca ha hecho en la historia de la Copa del Mundo, causaría euforia en su afición, pero ya hay un capítulo histórico difícil de superar. Al preguntarle por el mejor jugador de la historia de Irán, Panahi ha necesitado unos segundos antes de dar el nombre de Ghelichkhani. Pero al preguntarle por un partido en la historia reciente del Team Melli, no duda. Fue uno de los miles de iraníes que estuvieron en las gradas del estadio Gerland de París el 21 de junio de 1998, cuando el bombo hizo que la república islámica se enfrentara al ‘Gran Satán’, Estados Unidos, uno de esos partidos que solo son posibles en los mundiales. Los iraníes vencieron por dos goles a uno: es el único partido que han ganado en una Copa del Mundo. “Vivimos una fiesta que se alargó hasta altas horas de la noche”, recuerda Panahi. El Team Melli quiere que Moscú 2018 sea también motivo de fiesta para los suyos. En Rusia, en Irán y seguro que también en el domicilio parisino de Ghelichkhani, porque el fútbol es capaz de unir lo que la política separa.