“Aplicaremos el castigo por adulterio. Azotaremos a las mujeres en público y las lapidaremos hasta morir”. Estas son las palabras que pronunció el líder del Emirato Islámico de Afganistán, Hibatullah Akhundzada, durante un mensaje emitido en marzo de 2024 en la televisión estatal.
La declaración escalofriante del emir afgano es un buen ejemplo del tono barbárico que define al Gobierno que dirige, empeñado en librar una guerra abierta contra las mujeres. Durante el año pasado, el régimen talibán continuó hundiendo el país en su visión fundamentalista del mundo con una retórica religiosa extremista impuesta a través del castigo físico. Una forma de vida que obliga a escoger entre la fidelidad hacia sus postulados o enfrentarse a la tortura, el exilio y la muerte.
Sobre todo ellas. Las mujeres afganas siguen perdiendo las libertades más básicas. El Emirato las ha convertido en un objeto, les ha quitado la voz, el rostro y cualquier medio de expresión. También las ha apartado del trabajo, la educación, el acceso al conocimiento y a los espacios públicos. Sin embargo, el apartheid de género que se vive en el país apenas ha llegado a los ciclos de noticias. El mundo no las escucha gritar, pero el horror sigue ahí. Desde 2021, el régimen ha emitido 37 órdenes de lapidación y ha azotado públicamente a 587 personas, entre ellas 106 mujeres, según el Ministerio de Justicia talibán.
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